No estamos equivocados: todos los inviernos sobrevuelan Villaverde cientos y miles de gaviotas, en especial a la altura del Parque Lineal, pero en días de viento o niebla las podemos observar por encima de nuestras casas y calles porque se desvían en su ruta habitual diaria, y también en el crepúsculo, atraídas por focos y luces.
A mediados de los 70 se observaron las primeras, y ahora han pasado a superar holgadamente los cien mil individuos en Madrid, durante los meses de invierno. Las gaviotas sombrías y reidoras, provenientes del centro y norte de Europa, son ya unos vecinos habituales de la capital en invierno.
Usan el río Manzanares como corredor ecológico entre sus lugares de descanso y los puntos donde buscan alimento. Pernoctan en los embalses de Santillana y El Pardo, en las graveras del Jarama y en algunos estanques y lagos urbanos. Comen en los grandes vertederos de la provincia. Durante el día nos sobrevuelan o descansan posadas a lo largo del río y aledaños.
Ellas vienen atraídas por la “comida fácil”. Lo que está claro es que si no encuentran residuos de los que alimentarse variarán su ruta y cambiarán sus lugares de permanencia durante el invierno, ya que la ley obliga a tapar estas basuras, y tarde o temprano se tendrá que hacer.
Pero esta “comida fácil” no se regala: muchas pagan con su salud y su vida por confundirse y tragar plásticos, enredarse en cuerdas y envases, cortarse con cristales, intoxicarse, envenenarse, chocar contra tendidos eléctricos o recibir disparos.
RAÚL MARTÍNEZ