Los chismes no me interesan nada. Si me cuentan que alguien conocido está enfermo o se ha muerto, por supuesto lo siento y rezo por su recuperación o por su alma. Pero si me dicen que tal persona se fue a vivir con su pareja, pues ¡qué bien! Si se quieren…
Lo que sí me da que pensar son esas interpretaciones opuestas que hacen algunos individuos de determinados hechos. Si un día se escandalizan y rasgan las vestiduras y al otro lo justifican, me parece sospechoso. Por supuesto se puede cambiar de opinión, ¡faltaría más!, y eso es la cualidad de ser flexible, importante para la salud mental y física. Pero quién o qué ha influido en ese cambio de opinión radical es quizás el trasfondo que lo explica, aunque en algunos casos (demasiados) refleja una falta de criterio importante, unas creencias volátiles, una inestabilidad de carácter. Vamos, una actitud infantil. Lo de “culo veo, culo quiero”.
He sido testigo en la escuela de niños con criterio propio desde bien pequeños, con decisiones sólidas (aunque en cosas nimias). Eso dice mucho del carácter y de una buena autoestima. Pero eran los menos; la mayoría, si les dabas a elegir entre dos opciones, miraban a todos los lados para que el “colega” les indicase lo que debían escoger, o cambiaban de elección si el alumno que admiraban elegía otra cosa.
Existen elecciones complicadas, que van a tener repercusión en nuestras vidas; otras en cambio son nimiedades intrascendentes, pero ahí se educa la voluntad y el criterio propio. El “me dejé llevar” indica una falta de conocimiento de sí mismo y una falta de decisión total. Luego, en las consecuencias acarreadas por esa opción no podemos echar balones fuera (aunque se haga). Es necesario asumir responsabilidades. Y es necesario educar a los niños en saber optar, teniendo claro los valores. De lo contrario estaremos dando mal ejemplo y pésima educación. Y generando adultos infantiles, indecisos, cambiantes, con lo peligroso que el asunto puede ser.
Estuve escuchando a uno de los catedráticos que implementó la prueba PISA en nuestro país, allá por el 1984. Decía que los resultados no se pueden analizar desde un punto de vista solo, son multifactoriales. Como en todo, hay muchos aspectos que contemplar. En mi experiencia docente, creo que lo que más ha influido en el deterioro de los resultados del nivel académico de los alumnos ha sido la sucesión de leyes educativas (yo sufrí ocho), que han ido empeorando el nivel cultural. Empecé a dar clase con la EGB, y el porcentaje de alumnos que resolvían bien sus aprendizajes y obtenían resultados positivos era considerablemente mayor que el de los alumnos de mis últimos cursos antes de jubilarme. Por supuesto existen factores determinantes añadidos, pero ese cambio constante de modelo educativo, provocado por el cambio de partido político en el poder, no me parece que haya derivado en nada positivo. Que hay necesidad de evolucionar y pasar página es innegable, pero no a costa de dar bandazos. Lo que también influye por supuesto, y ahí no se ha cambiado de opinión (¿por qué será?) es en no aumentar significativamente el presupuesto en Educación, que sigo opinando, como cuando estaba en activo, que junto a Sanidad deberían ser las dos partidas presupuestarias más importantes y cuantiosas: son la base del futuro de una nación. Estoy de acuerdo con el catedrático en cuestión en que se debería priorizar también en atención temprana y atención a la diversidad, porque estamos en un país que cuida a los más desfavorecidos, ¿no?
Quería agradecer a todos los que me habéis felicitado por mi artículo del mes pasado, el de la sonrisa. Aunque enero venga con cuesta, ya sabéis: sonriamos, que es gratis. Y decir cosas positivas a los otros también ayuda, puede romper el hielo y mejorar el día a alguien. Damos muchas cosas por sabidas, pero escuchar algo bonito es gratificante para todos. Y agradecer. Y pedir disculpas.
