DAVID MATEO CANO.
Este año se ha celebrado en España la segunda edición del festival subterráneo de swing, organizado como el año anterior por el excéntrico, aventurero y millonario Björn Bengtsson. El lugar elegido para el evento ha sido una cueva de Cantabria, cuyo nombre no ha sido desvelado ni por el organizador ni tampoco por ninguno de los participantes, ya que ésa es una de las normas de oro impuestas por Bengtsson.
Para poder participar en este festival, además de bailar muy bien, es necesario tener nociones de espeleología, ya que hay que descender en ocasiones más de un centenar de metros hasta llegar a la galería que es utilizada como pista de baile, bien es cierto que los menos avezados bajan siempre en paralelo con los miembros de la organización, quienes, entre otras cosas, sí son expertos espeleólogos que se encargan de equipar la cueva con las cuerdas y los anclajes necesarios para el descenso y el ascenso.
Una vez que los participantes, así como la orquesta que se encargará de tocar en vivo y el equipo que lleva Bengtsson para ayudarle en la organización, están abajo, entonces se procede al montaje del escenario improvisado en la piedra: se coloca una tarima en el suelo para cubrir la roca de modo que quede una superficie uniforme en la que los bailarines y bailarinas puedan lucir sus habilidades al completo. Después de que la pista de baile está montada, se instala una iluminación adecuada alimentada por generadores de gasoil que también dan soporte a los aparatos de sonido. A unos metros de distancia de la pista se acondiciona otro espacio, en el que se monta un catering con comida y bebida para que los participantes puedan hidratarse y comer, a la vez que se pone a su disposición gran variedad de bebidas espirituosas para que puedan gozar de una noche irrepetible. Por último se habilita otro espacio con vestuarios, servicios y sala de relax, de manera que los bailarines y bailarinas puedan cambiarse y descansar siempre que lo deseen.
El equipo de Bengtsson trabaja con celeridad y eficiencia para que, una vez que éste se cerciora de que todo está en perfectas condiciones, dé comienzo al festival después de una breve charla de bienvenida, momento en el que la edificante música swing toma protagonismo. Existen diferentes categorías en las que participar, como son el blues, el shag o el rock´n´roll, pero sin duda la prueba estrella y la que tiene mayor dotación económica es el lindy hop. Otra condición imprescindible para participar en el festival es ir vestido con ropa que evoque a los años 30 y 40, que fue la época dorada del swing.
Durante toda la noche se celebra el festival, donde el jurado, también, cómo no, elegido por Bengtsson, se asegura de que haya la mayor imparcialidad posible dentro de un baile en el que prima la improvisación y la creatividad de los participantes, quienes se deleitan con rítmicas figuras que son coreadas por el resto de participantes creando un clima de gran cordialidad. Al terminar el concurso se realiza un maravilloso baile social para cerrar el evento donde se abandonan definitivamente los nervios de la competición y se intercambian las parejas en cada canción alargando al máximo el goce de la fiesta.
Una vez terminado el festival, los participantes son devueltos al punto de partida mientras el equipo de Bengtsson se queda recogiendo con pulcritud lo montado para que la cueva quede como en su estado original. A partir de ahí es donde empieza de nuevo el trabajo para Bengtsson, quien a lo largo del año asiste por todo el mundo a los festivales más importantes de swing, y es allí donde propone a las parejas que él considera que tienen más nivel la participación en el festival sub-swing. Una vez hecho esto, ya solo le queda elegir el país y la cueva donde se celebrará la siguiente edición.