Había una vez un rey que pidió consejo a los sabios de su reino para que le escribieran un mensaje que le sirviera de consuelo en los momentos difíciles. Quería que este mensaje estuviera en un anillo. Ningún sabio dio con el mensaje, y su fiel sirviente se ofreció a escribírselo:
— No soy un sabio, pero conozco el mensaje.
— ¿Cómo lo sabes? —preguntó el rey.
— Durante mi vida en palacio en una oportunidad me encontré con un maestro. Cuando nos dejó, yo lo acompañe hasta la puerta para despedirlo, y como gesto de agradecimiento me dio este mensaje. Pero no lo leas, ábrelo solo cuando no encuentres salida en una situación.
Un día, el Rey estaba huyendo a caballo para salvar su vida, mientras sus enemigos lo perseguían. Entonces recordó lo del anillo. Sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso para el momento. Simplemente decía: “Esto también pasará”. Fue consciente de un gran silencio, no se oía el trote de los caballos y pudo entrar victorioso a la ciudad.
En ese momento, nuevamente el anciano estaba a su lado y le dijo:
— Ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo.
— ¿Qué quieres decir? Estoy viviendo una situación de euforia y alegría: hemos vencido al enemigo.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”.
Nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba.
Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche; hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza, porque son la naturaleza misma de las cosas.
Directora de Remodelatuvida
Socióloga coach personal y profesional
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