Martha fue asesinada por su expareja el lunes 20 de octubre. Ella se llamaba como yo.
El martes 21 se hizo una concentración de emergencia frente al portal donde residía, pero aún no disponíamos de mucha información, ni siquiera sabíamos su nombre y solo pudimos expresar nuestro dolor y rabia con consignas como “no es un caso aislado”, “se llama patriarcado” o gritos de “asesino”.
En casos de asesinatos, se hace un minuto de silencio por la víctima, pero nosotras decidimos dar un grito conjunto porque nos quieren calladas y sumisas, pero no vamos a hacerlo más: vamos a hablar y gritar, y si no puedes, hermana, aquí nos tienes.
Nuestro mensaje debió verse muy peligroso, porque vino la policía a hacernos una visita e incluso aquellos que nos tienen que defender realizaron comentarios con los que culpabilizaron a las mujeres de que los hombres las maten porque los dejan volver, obviando lo que supone el maltrato… ¡Asqueroso!
Se llamaba Martha, tenía 21 años y un bebé de 15 meses.
Para aquellos que piensan que no nos matan si denunciamos, ella había denunciado y estaba en el sistema VioGen, pero las personas responsables habían decidido que su riesgo era bajo pese a que él se había saltado la orden de alejamiento seis veces en siete meses.
Ella vino huyendo y encontró acogida en casa de Fátima, una mujer que la dejaba quedarse en una habitación de su casa a cambio de ayudarla con el cuidado de sus hijos. Fátima también había denunciado a su pareja y está en espera de juicio aún.
Por mucho que nos duela, este acto de solidaridad demuestra que solo las mujeres salvan a las mujeres.
Ella se llamaba como yo y como todas nosotras, porque todas en algún momento de nuestras vidas hemos sufrido violencia patriarcal.
Ella se llamaba como yo y como todas nosotras, pero tened cuidado, porque estamos organizadas y aprendiendo a defendernos.
No estamos todas, faltan las asesinadas.




