El rastro de Madrid es un mercado al aire libre. Nació hacia 1740 en torno al “Matadero de la Villa”, y en él se pueden encontrar objetos cotidianos y curiosos artilugios antiguos. Se celebra todos los domingos y festivos, y se ubica en el castizo centro histórico de la capital de España, extendiéndose cientos de puestos ambulantes en torno a la plaza de Cascorro, la amplia calle Ribera de Curtidores y sus aledañas, hasta Ronda de Toledo y Embajadores. La palabra “rastro” es sinónimo de “carnicería” o “desolladero”: las reses dejaban un rastro de sangre por el suelo después de ser degolladas.
Ya tenía la gran actividad comercial de los “ropavejeros”, vendedores de ropa vieja y usada, afincados desde el siglo XIV en la calle de los Estudios. A finales del siglo XV empezaron a instalarse en esta zona los mataderos y las tenerías con los curtidores de pieles. El arroyo más importante de la zona bajaba por el barranco donde hoy se encuentra la Ribera de Curtidores, anteriormente llamada Las Tenerías.
En la mitad del siglo XVII se juntaban los negocios de la carnicería y curtidos de pieles con fábrica de zapatos, correajes, comercios de ropa, velas, etc. Al final del siglo XVIII, empezaron a instalarse también vendedores de productos comestibles. Los nuevos puestos invadían la plaza del Rastro y la Ribera de Curtidores, luego vino una orden del Concejo que alejó las tenerías de la zona para evitar la contaminación del agua del río.
En el siglo XIX, llegaron los chamarileros, las subastas, los anticuarios, las tiendas de compraventa de muebles y objetos de valor, prendas y alhajas, los comercios de libros antiguos. Desde hace 500 años hubo tres mataderos cerca de la Ribera de Curtidores con venta de carne al por mayor. En 1928, los dos mataderos de la zona fueron trasladados al barrio de Legazpi.
Hasta los años 70, artesanos se acomodaron en la plaza de Cascorro y atrajeron a bastante público los domingos y durante los días laborables, y siguieron colocándose muchos puestos permanentes. En 1988 y 1989, el Ayuntamiento de Madrid remodeló el Rastro reduciendo otra vez en gran manera los puestos e imponiendo contribución anual a los vendedores que obtuvieron un permiso, siempre provisional y a renovar. Quedaron un poco más de 1.700 puestos. En el año 2000, una ordenanza actualmente en vigor sometió a todos los vendedores llamados “ambulantes” de puestos desmontables en el rastro de domingos y festivos.
Las personas que acuden a este mercado no son solo los madrileños, sus fieles clientes, sino también los viajeros de toda España, los inmigrantes y los turistas del mundo entero. La concentración de público puede llegar a más de 100.000 personas cada domingo por la mañana, porque este mercado tiene fama internacional. El Rastro es Patrimonio Cultural del Pueblo de Madrid.
Se accede al Rastro en metro, autobuses y cercanías de Renfe. Está cerca de la Plaza Mayor, y se puede llegar a pie en unos minutos desde la Puerta del Sol.
Narciso Casas