Celebrar con más intensidad que nunca el DÍA DEL LIBRO este año es una necesidad y un ejercicio de cordura y sensibilidad.
En este global y vital confinamiento los libros nos demuestran su eterna solidaridad y fidelidad pese a que muchos de ellos han permanecido aletargados demasiado tiempo en estanterías e incluso, en cajas de cartón arrinconadas en muebles o trasteros.
Los libros, tan escasos, necesarios y deseados en los tiempos de aprendizaje de nuestros padres y abuelos y que nosotros llegamos a coleccionar y a leer en cada pausa de los estudios o el trabajo, quedaron como «piezas de museo» en algunos lugares al llegar la tecnología.
Pese a ello han conseguido salir ilesos de todos los desastres, tanto naturales como sociales y económicos. Algunos, demasiados, se quedaron en el camino en las injustas piras del odio de las guerras; condenados durante la Inquisición por supuesto contenidos herejes o ahogados en los grandes naufragios.
Alguien ha escrito que «La libertad es una Librería»… ¡Librerías!vientres fecundos de sabiduría, arte y entretenimiento. En los últimos años han bajado sus ventas y no pocas, con dolor, igual que se cierra un libro maravilloso acabado de leer, han echado el cierre. Las Librerías, aun así, permanecen arriando sus velas en un mar tempestuoso que las amenaza sin tregua con naufragar.
¡Las Bibliotecas, templos de las palabras, oráculos sagrados! continúan albergando verdaderos tesoros del saber; también ellas han ido adaptándose a la «era digital»; en sus mesas hay más ordenadores que libros de consulta pero su espíritu, inmenso y cultivado, permanece en cada metro cuadrado de su arquitectura y en cada ejemplar que las habita. En ellas hay verdaderos tesoros de papel.
Los escritores, hombres y mujeres, veteranos y noveles, continúan regalándonos historias, descubrimientos, poemas, teatro, cuentos, relatos y toda la variedad de formas de vida de las palabras. Ellos no se rinden porque su don es transcendental, mágico y nos acerca más a la ansiada Libertad.
… En estos días extraños, de este año, ya también extraño, el Libro, ese ser vivo (yo lo afirmo y lo creo) ha sido rescatado, recordado y está siendo leído, releído, incluso descubierto y desempolvado. Se ha vuelto a convertir en el entretenimiento que abre las puertas y ventanas que ahora son nuestros limites, para que nuestra imaginación despliegue sus alas indestructibles y surque la inmensidad del Universo. ¿Quién no ha escuchado la expresión: «EL LIBRO TE HACE LIBRE»?
Los hogares fomentan «talleres de lectura» que congregan a mayores y pequeños para acortar las horas que parecen pasar ante nosotros con lentitud de tortuga o caracol. Libros para aprender, conocer, colorear, soñar, imaginar, llorar, reír, pensar, amar, jugar, VIVIR. Libros con alma, con emociones, siempre amigos.
El Día del Libro del año 2020 estará siempre en nuestro recuerdo y aunque los libros no salgan a las calles para invadir de vida las aceras y las librerías permanezcan cerradas en un acto de generosidad y necesidad cívica por todos y para todos, diremos al mundo «¡FELIZ DÍA DEL LIBRO!»: en casa, a los familiares y amigos; por teléfono, a través de las redes sociales y los medios de comunicación; en los «balcones y ventanas» de los aplausos de las ocho para todos nuestros protectores a quienes deberíamos regalar un precioso libro de 1.000 páginas (por lo menos) con las palabras: MUCHAS GRACIAS escritas con mayúsculas.
«Por la manchega llanura se vuelve a ver la figura de Don Quijote pasar …» como canta Serrat. A su lado, su fiel escudero Sancho Panza guarda sus dos metros de distancia de seguridad y continúan su viaje, como nosotros, llenos de Esperanza.
Por Pilar