Celebrada una nueva edición del encuentro que reconoce a los referentes femeninos del barrio, este año ya sin restricciones por la pandemia
El miércoles 15 de marzo ha tenido lugar en Casa San Cristóbal, organizada por el Espacio de Salud y Género, la sexta edición del encuentro “Mujeres que dejan huella”, con el que cada año se pretende conmemorar, conocer y reconocer a las mujeres que son referentes en el barrio por sus historias de vida y lucha, “en y por San Cristóbal”. Este homenaje lleva organizándose desde 2017, y no ha faltado ningún año a su cita, si bien es verdad que en esta ocasión por fin se ha podido celebrar “con toda tranquilidad”, prácticamente pasados ya los rigores a que nos sometió la pandemia.
A las 17:00, hora fijada para el inicio del evento, la biblioteca de Casa San Cristóbal estaba ya abarrotada, tanta es la expectación que suscita. Y no me extraña: lo que allí se vio el miércoles por la tarde fue uno de los ratos más bonitos, entrañables y emotivos que pueda imaginarse: una celebración del barrio y su vecindario, agradeciendo y expresando cariño a mujeres reconocidas por todos y todas como activos valiosos del territorio que habitan. Con genuino “sabor a San Cristóbal”, además: un barrio en el que la vida comunitaria forma parte natural de su esencia, donde se piensa en colectivo y los vecinos comparten sus alegrías y sus penas.
El acto comenzó con la proyección de un vídeo con los rostros de las 57 mujeres galardonadas hasta la fecha en ediciones anteriores, continuando con uno de los momentos más emocionantes de la tarde: el recuerdo de Clara y Cristina, dos de estas mujeres que han dejado huella en San Cristóbal pero que desgraciadamente ya no están.
Siguió el reconocimiento a las mujeres elegidas este año, cada una de las cuales fue presentada por una de sus predecesoras. Fueron las siguientes:
Yoli. Estudiante de Derecho y Ciencias Políticas, la más joven de las homenajeadas. Un día se levantó y le dijo a su madre que quería ayudar a las personas del barrio. Comenzó durante la pandemia a colaborar con la red de apoyo como voluntaria, y sigue haciéndolo.
Concha. Nacida en San Cristóbal, y revolucionaria desde que tiene uso de razón. Trabajando por dignificar el barrio desde los 14 años, actualmente milita a tope en la asociación vecinal.
Raquel. Lleva cinco años viviendo en el barrio, y sus hijos van al CEIP Navas de Tolosa, donde desde hace cuatro años participa intensamente en el AMPA (es la secretaria). Sus compañeras y ella han empezado de cero y lo han vuelto a levantar: son el único AMPA que sobrevive en el barrio.
Rachida. Nacida en Marruecos. En el barrio desde 1999, tiene tres hijos nacidos aquí y escolarizados en el Navas. Presidenta del AMPA, lleva siete años movilizándolo junto con el equipo directivo. Juega un papel fundamental como mediadora entre familias y profesorado, y presta un gran apoyo al cole y al barrio como traductora.
Patricia. Nacida en Ecuador, lleva 20 años en España. Desde hace seis regenta una cafetería en la plaza de los Pinazo (la Cafetería Bar Yalo), y cede su espacio para acciones comunitarias, colaborando en todo lo que puede. Sus primeros años en este país fueron muy duros, motivo por el cual hoy en día hace todo lo posible para ayudar a que nadie tenga que pasar por lo que ella pasó.
Pili. Llegó al barrio con 14 años, procedente de Vallecas. Empezó trabajando desde la parroquia, y cuando sus hijos entraron en cole también desde el AMPA del CEIP Ramón Gómez de la Serna. Actualmente colabora con Cáritas, y es una gran defensora del barrio y de su buena imagen.
Sole. Nos dejó con 79 años. Se llamaba realmente Blanca Emilia Marín Barona, y llegó al barrio realojada de La Paloma. Aquí se casó, y sus dos hijos nacieron en el barrio. Regentaba un kiosco de gratísimo recuerdo para el vecindario. Saludaba siempre con un “Hola, cariño”.
Ana. Farmacéutica en el barrio, no se limita a dispensar los medicamentos: hace comprender a las personas su tratamiento, su enfermedad, y ofrece siempre un trato humano.
Itziar. Fisioterapeuta nacida en SanCris. Le molesta que desaparezcan recursos del barrio, por eso montó aquí hace diez años su clínica para que el vecindario pueda disponer de este servicio.
Irma. Trabaja en Educación, Cultura y Solidaridad. Además es vecina del barrio, y ha participado y participa en todos los espacios comunitarios. Es una defensora de San Cristóbal, y un referente para vecinas y recursos técnicos. Para ella este homenaje ha sido una sorpresa: forma parte de la organización del evento, y oficiaba de copresentadora cuando fue nombrada para recoger su galardón, brindándonos otro de los momentos más emotivos de la tarde.
Tras los reconocimientos, pudimos disfrutar de una actuación brindada por el Taller de RePercusión, iniciativa que pese a llevar muy poquito tiempo de desarrollo en la Casa San Cristóbal lo hizo estupendamente, metiéndonos el ritmo en el cuerpo con gran destreza. Luego bajamos a la puerta del centro, donde nuevamente al son de la música, en este caso de la batucada de SanCris (que también sonó genial), las galardonadas dejaron, esta vez de manera literal (con pintura), sus huellas en el mural del árbol junto a las de ediciones anteriores.