El término “autoficción” fue definido por Doubrovsky como “ficción de acontecimientos y de hechos estrictamente reales”. Esa frontera entre lo real y lo irreal queda unida del mismo modo que la que existe entre lo verdadero y lo falso. Se trata de un pacto de la mentira. Las autobiografías o biografías se instalan en el pacto de la verdad, pero… ¿lo son? Hay autoficciones que son más reales que las autobiografías. Basta con leer contraportadas de libros o las películas que comandan la cartelera o alguna exposición u obra de teatro para comprobar que un altísimo número de creaciones se agolpan en ese nicho que es el denominado “autoficción”. Sin ir más lejos, novelas como Proletaria consentida de Laura Carneros se instalan como una muestra excepcional del término. También en la fabulosa película de Steven Spielberg Los Fabelman se recorre gran parte de su juventud y se llega a comprender ese genio innato que es el director. ¿Pero es un género nuevo? No. Ya en Santo Tomás estaba, pero la ventaja que tuvo Doubrovsky fue que puso nombre a algo que siempre existió. El propio Cervantes en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha ya dio buena muestra del mismo.
Iván de la Casa, villaverdiano de pro, en su último libro, Tras los náufragos (cuaderno de nopoemas), ha conseguido dar un golpe en la mesa y aportar un punto más a la autoficción. Sus “nopoemas”, término trepidante y absorbente, ofrecen un descenso a los infiernos en los que las palabras se agolpan a modo de ganchos ágiles y definitivos. Su libro aporta desnudez sin pudor en esas verdades que describe sin esconderse. ¿Cómo enfrentarse a su lectura sin llegar a temblar? Cada palabra es elegante y está elegida con la precisión de un cirujano de la creación que es capaz de moldear ese ahogo con el que en ocasiones es difícil convivir.
La propuesta de Iván de la Casa es compacta. Juega a que el lector considere que son textos independientes, pero eso no deja de ser una bonita impostura debido a que los mismos forman parte de una unidad indisoluble. Existe un protagonista que siente, padece, añora, que tira la toalla, que la recoge, que escribe, que anhela y que se busca. Es posible que el término “nopoema” esté más cerca de la narrativa que del verso libre, pero no hay duda de que el volumen es diferencial en el ámbito de la creación.
En ocasiones, el autor se esconde bajo sutilezas políticas en las que la desilusión también florece para sacar a ese yo creador que reflexiona sobre lo que ha sido o lo que es. Su lectura envuelve y su extensión es magnífica para proceder a relecturas continuas. El motivo por el que no se ha hecho ningún acto sobre el libro o no ha tenido más difusión su publicación no deja de ser un misterio, uno más, sobre los designios de la edición y los caprichos y favoritismos que la envuelven. Amor, dolor, decepción, ilusión y mucho criterio se mezclan en un libro magnífico.
por Iván Cerdán Bermúdez
@ivancerdanbermudez