La cita era en Lavapiés, barrio al que cada vez y por distintas cuestiones voy reconociendo menos. A lo lejos vi a Rebollo con su montador y con una de las responsables de sonido. Me había invitado a un pase de su nueva película, Dans la chambre du sultán —En la alcoba del sultán— sin terminar. Tomamos algo y nos encaminamos a un pequeño estudio con una sala de cine confortable. Ver una película en construcción con el equipo que participa en la misma es un privilegio.
“Una película acabada es un rollo”, señala Javier Rebollo. ¿Lo es? No lo sé, pero sí que es cierto que esta manera de contemplar películas tenía en mis experiencias cinematográficas un precedente. No es comparable, porque allí soy espectador de lo que no voy a conseguir, pero con una película de Rebollo todo cambia. En el bar anterior a la proyección, mientras interrogaba al equipo sobre los avatares del rodaje, llegué a decir que yo no tenía ilusión ya por hacer películas, a lo que Rebollo se extrañó, porque es la ilusión lo que prima. Posiblemente no supe expresarme, pero si no es falta de ilusión es algo que lo acaricia, aunque tampoco sabría definirlo.
Antes de comenzar la proyección sentía inquietud. Llevo seis años con esta película y sus diferentes formas en mi cabeza. He tenido la fortuna de haber leído reescrituras, castings posibles y enterarme de demasiados aplazamientos. ¿Cómo hubiese sido la película si se hubiese rodado en la primera fecha acordada?
Tras realizar ajustes con el proyeccionista, comienza. A lo largo de estos años de espera, le pregunté en numerosas ocasiones por el modo con el que abordaría la dirección. Siempre me respondía que no lo sabía. Yo no daba crédito, porque cuando acudía a sus rodajes o asistía a la preparación de los mismos —hace demasiados lustros— siempre veía que estaba todo perfectamente estructurado y dibujado. Ya no. El manejo de la herramienta cinematográfica está dentro de él y esto aporta mucha seguridad; no solo a él, al equipo también. ¿Existe una única manera de rodar? No. Cada película tiene un lenguaje, solo hay que descubrirlo.
Me quedo maravillado con la propuesta. ¿Se parece a algo? No. A nada. Me encanta que todo esté “en proceso”, aunque en apariencia casi todo está magistralmente atado. No me importa que esté sin etalonar —el color que está ya es una gozada— o sin terminar el sonido. Los hilos que aparecen y que supuestamente en la copia final no estarán, quizá no desaparezcan. Rebollo ama estos detalles que no desentonan en la propuesta. No se parece a nada que haya dirigido, pero se reconoce y mucho una personalidad visual que ensambla una película que solo se parece a sí misma, aunque existan resonancias a aspectos de Solaris. ¿Qué ha creado? En una escena, un invitado de última hora dijo en voz alta: “falla sonido”. A lo que Rebollo contestó: “¡Es así!”. Cine mudo, caricias, amor, más cine, archivo, desierto, inventos, humor, sensualidad, sexo científico, más humor, evocación, anhelos, amor, tenis y mucha originalidad.
¿Y la interpretación? Tantos códigos y todos magníficos. Uno de los aciertos del director es conseguir ensamblar tantas particularidades diferentes. La película respira ilusión. ¿Pero y el guion? Rebollo va más allá de lo escrito. “Había que rodarla”, y eso ha hecho de forma diferencial. Una película siempre está viva hasta que se entrega, y eso, en este caso, es algo que se aprecia desde la escritura.
Su estreno está previsto en el 2024, imagino que tras su paso exitoso por festivales. Un director como él no debe estar tanto tiempo sin rodar. Dos proyectos extraordinarios y diferenciales se quedaron, desgraciadamente, en el camino. Al menos, merecerían ver salida como guiones publicados, porque los textos de Rebollo tampoco se parecen a otros en nada, y eso algo que una editorial como Providence Ediciones publicaría de maravilla. El camino de En la alcoba del sultán no ha sido sencillo, y es un absoluto privilegio haber asistido a un pase de amor a la creatividad. Quedan juegos e ilusiones con el montaje, el sonido y puede que mucho más. ¿Cuál es su argumento? Todo suyo. A descubrirlo. ¿Cuándo podré verla de nuevo?
por Iván Cerdán Bermúdez
@ivancerdanbermudez