El nuevo coronavirus COVID–19 es un virus reciente, de la familia del mismo nombre, muy parecido a su antecesor (SARS-CoV), que en la primera década de este siglo se extendió por las regiones asiáticas.
Se comprueba que la transmisión es vía aérea a través de las gotitas respiratorias, y también por transmisión de contacto porque el virus puede quedarse disperso en superficies durante horas y a veces algunos días.
Los mecanismos de multiplicación del virus no son del todo conocidos, pero se explica que cuando entra en nuestro cuerpo consigue replicarse en nuestros tejidos, forman una mayor cantidad de virus que más tarde pasan a la sangre y se siguen extendiendo por el resto de tejidos y órganos.
El aparato respiratorio es, de momento, el sistema de entrada más común para este virus; habitualmente los primeros síntomas pueden ser picor de garganta, estornudos, dolor de cabeza o puede causar empeoramiento de la dificultad respiratoria en los asmáticos.
También puede dar fiebre, en algunas ocasiones tan solo se eleva mínimamente la temperatura por encima de los 37 ºC, y se acompaña de cansancio, debilidad, fatiga o falta de apetito.
Se ha descrito un síntoma muy común en estos enfermos, que es la pérdida del gusto y el olfato: a veces es la única manifestación que presentan ciertas personas infectadas con el virus.
En los casos más graves, puede causar neumonía, que en una gran parte de los casos afecta a ambos pulmones; puede repercutir en disminuir el nivel de oxigenación, y precisar modos avanzados de ventilación mecánica por este motivo.
Respecto de otras manifestaciones en otros sistemas y aparatos, provoca una reacción inmunitaria que hace disminuir el número de los glóbulos blancos de nuestro sistema de defensas (linfopenia); presenta un componente inflamatorio importante, que repercute negativamente en un agravamiento de la enfermedad.
Al parecer es un virus que también causa un aumento de la trombosis, que significa una mayor tendencia a formar trombos en la sangre. Esta complicación se previene y se trata, en los casos que sea necesario, con la administración de medicamentos antiagregantes y anticoagulantes, que facilitan la circulación sanguínea.
De momento se desconocen varios de sus mecanismos con exactitud, pero al parecer nos encontramos con un virus de muy fácil transmisión, y con un posible componente no bien estudiado que hace ser causante de enfermedad más grave en unas personas que en otras.
Las investigaciones para desarrollar la vacuna y que pueda ser distribuida todavía están en curso, es conveniente estar alerta acerca de posibles nuevos brotes de enfermedad.
Dr. Ángel Luis Laguna Carrero. Especialidad Medicina Familiar y Comunitaria, Máster Medicina de Urgencias y Emergencias, experto Universitario en Nutrición y Dietética