Construyendo un pensamiento.
Después de un largo y emocionante día, regreso a casa. Tengo la costumbre, antes de ir a dormir, de hacer una pequeña meditación. Nada especial… Solo pasear una mirada por lo vivido para bajar el nivel de “ruido” en mi cabeza y, desde ahí, proyectar (como si de una película se tratara) el pensamiento del día siguiente.
Era fantástico: desde que un día “despertamos” y nos dimos cuenta de que la realidad la podemos construir desde los pensamientos, y que desde ellos podíamos influir sobre la materia, todo era distinto. Cuando lo descubrí, empecé a encajar el puzle… Me venían a la cabeza cómo, hace apenas 20 años (en el año 2000) de la era terrestre, las personas todavía vivían prisioneras de los límites que ellos mismos se ponían; obviamente sin saberlo, y estos límites estaban en la forma de pensar. “Las cosas son así” o “yo no puedo hacer nada” era lo más habitual de aquella época, y claro, eso les mantenía paralizados. Lo que no sabían es que eran víctimas de sus propios pensamientos, intoxicados como estaban por un virus llamado “temor”, y este temor hacia que estuvieran desconectados de sí mismos y de otros.
Afortunadamente, ahora a los niños, desde el colegio, se les enseña que los pensamientos son portadores de energía transformadora, y por tanto son conscientes de que pueden “volar” hasta donde sean capaces de imaginar… Fue toda una revolución, un punto de inflexión que permitió que cada uno tuviera la capacidad de vivir como quisiera. Solo tenía que seleccionar los pensamientos adecuados para después sentir y visualizar eso que uno quiere como si ya estuviera hecho. Bueno, los que tenían dudas podían acudir a cualquiera de las “escuelas de vida” más cercanas. Eran ámbitos de comunicación de experiencia, donde todos éramos maestros y alumnos a la vez.
Y ahora, amigos y compañeros de espacio-tiempo, y antes de proyectar mi pensamiento del día, me gustaría proponerlos un juego, y es que tú que me estás leyendo construyas tu pensamiento y lo traigas para juntarlos con otros y construir una historia común.