Cuenta la leyenda que, después de ganar varios concursos de arquería, el joven y jactancioso campeón retó a un maestro zen que era reconocido por su gran destreza legendaria como arquero. El joven, durante el reto, demostró una notable técnica cuando dio en el centro de la diana en el primer intento, y luego, como milagrosamente, partió esa flecha con el segundo tiro…
“Ahí está: como ves, dos lanzamientos perfectos”, le dijo al viejo, “¡A ver si puedes igualar eso! Pero ya te adelanto que no lo creo”.
Inmutable, el maestro no desenfundó su arco, pero invitó al joven arquero a que lo siguiera lentamente hacia la cima de la montaña. Curioso sobre las intenciones del maestro, e incluso divertido por las “ideas del viejo”, el campeón lo siguió hacia lo alto de la montaña, hasta que llegaron a un profundo abismo atravesado por un frágil y tembloroso tronco.
El maestro zen se paró con calma, con mucha calma, en medio del inestable y ciertamente peligroso puente (el frágil tronco). Allí el viejo eligió como blanco para su flecha un lejano árbol, desenfundó su arco, y disparó un tiro limpio y directo.
“Ahora es tu turno”, dijo mientras se giraba y se dirigía graciosamente a tierra firme.
Contemplando con terror lo que había hecho el anciano, el joven miró al abismo, aparentemente sin fondo, totalmente aterrado, y con un nudo en el estómago musitó entre dientes que era incapaz de subir al tronco y muchísimo menos hacer el tiro.
El maestro, tras escucharle, le miró y sonriendo le dijo: “Tienes mucha habilidad con el arco, pero tienes poca habilidad con la mente, que te bloquea la capacidad de hacer el tiro”.
Beatriz Troyano Díaz. Directora de la Escuela Europea de Habilidades Sociales & Remodelatuvida. Socióloga Coach Personal y Profesional.
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