Poco después de la inauguración del metro aparecieron las primeras grietas en San Dalmacio 1E y 1F. Desde entonces se han multiplicado, y el exterior visible a través de las mismas indica a los vecinos que el derrumbe puede ser inminente, pero nadie se hace responsable
Da vértigo darse cuenta de lo fino que es el alambre por el que caminamos en la vida. Estamos tranquilos, pensamos que lo tenemos todo controlado y que, aunque la existencia siempre ha sido dura para la clase trabajadora, a base de esfuerzo se sale adelante. Pero de repente un día se suman un par de circunstancias negativas y como efecto de ello nos vemos ante el abismo sin comerlo ni beberlo y sin mucha opción para evitarlo. Y eso es lo que les ha sucedido a los vecinos de los portales 1E y 1F de la calle de San Dalmacio: sus edificios se pueden caer mañana mismo con ellos dentro, y nadie les da una alternativa.
Las viviendas, ubicadas frente a San Cristóbal, al otro lado de la avenida de Andalucía y por lo tanto pertenecientes a Villaverde Alto, fueron construidas a mediados del siglo pasado. Como en bastantes otros lugares de nuestros barrios, sus zonas interbloques se han considerado ajenas a la actuación de los servicios municipales, con el consiguiente deterioro en términos de asfaltado, jardinería, mantenimiento y limpieza. Pero por lo demás sus habitantes vivían tranquilos y razonablemente a gusto en sus casas.
Y en la primera década del presente siglo llegan las obras del metro, feliz noticia para Villaverde, que por fin va a estar conectado a la red capitalina. La enorme tuneladora hace su trabajo, y en abril de 2007 se inaugura el nuevo tramo. Un año y pico después son ya bien visibles las primeras grietas en estos edificios. Los vecinos llaman a los bomberos, pero éstos les tranquilizan: “no pasa nada”.
“No pasa nada”, pero las grietas van creciendo y es necesario poner puntales. Al mismo tiempo los vecinos reclaman y las distintas Administraciones (el Ayuntamiento, el Ministerio de Fomento) “se pasan la pelota”. Los vecinos tienen abogado y lo dejan todo en sus manos, pero con el tiempo comprobarán que no se ha puesto un recurso cuando había que haberlo hecho y que eso ha reducido considerablemente las posibilidades. Mientras tanto otras obras en los alrededores —la plataforma logística construida al lado y la nueva prolongación de la línea 3 de Metro— han “coincidido” con el ensanchamiento pronunciado de las grietas.
Puntales por doquier y testigos rajados
Y llegamos a la situación actual. Todos los pisos excepto el último, el tercero, están repletos de puntales. Visito a Juan, en el segundo piso, y cuento hasta 16 de ellos solamente en su vivienda: parece la sala de las columnas de la mezquita de Córdoba. En el último piso no hay puntales, pero puedes ver perfectamente el exterior a través de las grietas. Los testigos puestos hace meses para comprobar si la cosa va a más están ya rajados por la mitad. Me explican que una pareja nonagenaria se ha tenido que ir a otra vivienda de alquiler porque su casa, ya cerrada, es inhabitable. Y es que en las condiciones que observo no se puede vivir, pero ahí lo siguen haciendo los vecinos que me reciben, atados a sus viviendas porque no tienen otras, así no las pueden vender y las Administraciones siguen “jugando al tenis”: nadie les ayuda.
Rachida, cuya familia (ella, su marido y sus hijas menores) vive en el tercero, me enseña su vivienda. Antes de la inauguración del metro vivían en ella muy a gusto, pero desde entonces su vida se ha ido paulatinamente convirtiendo en un infierno, afectando a todos sus aspectos. Miramos al exterior a través de las grietas, y Rachida me habla del frío tremendo que se les cuela por ellas, de que las niñas se han tenido que trasladar al salón porque en sus habitaciones ya no se puede estar, de cómo sienten temblar la casa y escuchan cómo se va rajando más y más, del miedo constante en el que viven por ello, la depresión que la atenaza y cómo las niñas han tenido que ir al psicólogo. La escuchas y se te encoge el alma: así no se puede vivir, pero ésa es su realidad día tras día, con la parte habitable de su vivienda reduciéndose por momentos y sin escapatoria visible hasta la fecha.
Así que ésta es la situación en la que, sin comerlo ni beberlo, se encuentran los vecinos de San Dalmacio 1E y 1F. Y solo piden lo mismo que pediríamos usted o yo en su lugar: una solución. Pero nadie se hace responsable, así que de seguir así las cosas cualquier día se les cae la casa encima o se ven en la calle con lo puesto y sin alternativa habitacional. Que alguien haga algo ya, pues el tiempo se les agota, y no hay derecho.
