Estaba volviendo de clase a mi casa cuando mis amigas y yo vimos una escena que nos dejo perplejas. Era una pareja, aparentemente normal, que daba un paseo. Él la tenía agarrada del brazo e iban muy pegados. Al girar en una esquina, la estampó contra la pared. La chica ni se inmutó, y siguieron caminando.
Había mesas y sillas en una terracita de un bar, y lo repitió: empujó a la chica contra la mesa y se cayeron las sillas. Mis amigas y yo estábamos alucinando… ¿Por qué ella no hacía nada? ¿Por qué no reaccionaba? ¿Qué podíamos hacer nosotras si ella no pedía ayuda? enfilaron otra calle y desaparecieron.
A día de hoy me arrepiento de no haberme acercado y haberle preguntado a aquella mujer si necesitaba ayuda, y es que cuanto más lo pienso peor me hubiese sentado que al día siguiente en el noticiero hubiera aparecido su cara con un titular debajo: “La última mujer asesinada por violencia de género en este 2017”. Llevamos 50 mujeres… 50 mujeres, no muertas, sino asesinadas; y lamentablemente la cifra sigue creciendo.
A nuestra edad la violencia de género esta mucho más camuflada, suele ser más sutil. Como por ejemplo que te controlen el móvil, que te nieguen juntarte con ciertas personas, aislándote, dejándote sola… Que se te prohíba ir a lugares o que no te dejen llevar ciertas prendas de ropa. El maltrato verbal y psicológico es más fácil de disimular, pero el miedo es el mismo. Si estás pasando por algo parecido o sospechas que alguien pueda estar sufriendo de violencia de género, denúncialo. No es un tema para tomarse a la ligera: tal vez luego sea demasiado tarde.
Sofía O. (Libres Pensadores)