Desde el inicio de la pandemia se han estado diseñando y utilizando aplicaciones (apps) para tener información sobre el coronavirus, creadas principalmente por los organismos públicos.
Pero cada vez se hacía más necesario desarrollar aplicaciones de rastreo para que el ciudadano pueda conocer el grado de contagio que tiene alrededor y para que las Administraciones públicas de sanidad puedan recopilar esa información y poder prever posibles brotes, así como el estado de la difusión del virus.
Es en estas posibles apps de rastreo donde se ha levantado la polémica. La razón es más de desconocimiento de la información que de la realidad.
El pasado mes de abril, las compañías Google y Apple anunciaron una colaboración para crear una API (interfaz de programación de aplicaciones) para los sistemas operativos de móvil Android e iOS. Esa colaboración ya es, de por sí, una gran noticia.
La función de esa API es poder preparar dichos sistemas operativos para que los diferentes Gobiernos, no empresas, puedan crear sus aplicaciones de rastreo. Lo que pudo asustar a la gente es que, mediante mensajes interesados, se alertaba de la instalación de unas “apps” por parte de dichas compañías sin comunicarlo y, según dichos bulos, nos iban a controlar. Las mencionadas apps no eran tal, pues lo que podíamos ver era esas API, que formaban parte del sistema operativo y permitían, si el usuario quería, la instalación de posibles apps oficiales.
El funcionamiento de las aplicaciones de rastreo sería a través del Bluetooth y no por GPS, por lo que no habría geolocalización (es decir, no se sabría la ubicación a través de ellas). La razón de utilizar ese sistema es porque es más fiable en distancias de menos de 10 metros, que es lo que interesa. Instalarse la app será voluntario, y los datos que se recojan se alojarán en el dispositivo del usuario y no se enviarán fuera, salvo autorización expresa y de forma anónima. Su función principal es detectar posibles contagiados alrededor nuestro. Para ello, lógicamente, deberemos poner en la app nuestra situación frente al virus. Por ello es indispensable la colaboración de todos los ciudadanos que la utilicen.
Resumiendo, nuestros dispositivos poseen esa API para instalar las aplicaciones que los Gobiernos correspondientes puedan crear. De por sí esa API no tiene otra función. La instalación de apps de rastreo es voluntaria y anónima, cumpliendo todas las leyes de privacidad. Su función es, mediante la conexión de Bluetooth, detectar en un radio de menos de 10 metros personas con diferentes situaciones frente al virus. Los datos recogidos no se comparten sin autorización y serían anónimos.
Es normal y fácil crear falsas alarmas frente a temas tecnológicos, que habitualmente la población desconoce, de ahí que sea muy importante, al igual que con cualquier bulo, informarse bien en las fuentes oportunas.