MAX RIGEL.
Cuando Adriana encontró el hilo de Ariadna en su camino al mar, la luz se fue moviendo hacia él y solo me di cuenta cuando las retraté. En realidad no le prestó atención. Porque no le interesan las sorpresas, ya escogió su rumbo y pensar que no era para ella.
Ambas retozaron a su forma en la playa de arena fina. Compenetrándose. Ahora tengo dos. La luz es mi hijita y mi hijita es mi luz. Al mar contento vamos hoy. En un navío de velas negras había terminado la fiesta. El arpa seguía entonando sola motivos de truenos.
Al llegar nosotros, tocamos de simpatía y compasión.