Ya no tenemos excusa, tenemos contenedores de diferentes colores y formas para cada tipo de producto: amarillos, naranjas, marrones, azules o negros, blancos; grandes y pequeños para pilas en las paradas de autobús; tenemos “puntos limpios” donde llevar pequeños electrodomésticos o bombillas; y llamando al ayuntamiento vienen a recoger muebles y otros objetos grandes. Incluso, aunque el Ayuntamiento no lo tiene previsto, mucha gente deja cosas útiles al lado de los contenedores para ser reutilizadas (lámparas, espejos, cables, libros, etcétera).
Hay gente que recoge restos de cosas con metales para revender, hay empresas que reciclan y pagan por el aluminio de las latas de bebidas, otras que reutilizan el corcho de las botellas de vino y champan, páginas web donde vender los objetos que no utilizas. Tenemos la opción de elegir entre comprar productos envasados o sin envasar (¡mucho mejor sin envases!). Incluso nosotros mismos podemos reciclarnos y escoger dónde tirar la basura, si en la calle o en una papelera (¡mucho mejor en la papelera!).
Aunque parezca algo poco importante, en realidad es muy importante, no solo para el medio ambiente, sino también para nosotros mismos, porque siempre queremos que otros cambien primero, y el hecho de hacer las cosas lo mejor que uno pueda es una manera de tomar el control del asunto con optimismo.
Elva Franco