A Ernesto Che Guevara, en el 90º aniversario de su nacimiento el 14 de junio de 1928.
Este poema, tal vez el ciento uno,
ruge como un león en la sabana,
barrita como un gran elefante
que protesta con trompa, patas, rabo,
y se encabrita allá en Bangladesh.
Este poema sin cien, solo por uno,
tú, comandante humano;
tú, comandante hermano;
tú, alarde de firmeza y consecuencia,
roto entre la incultura de una escuela del campo boliviano.
Poema que no quiere ser paloma,
sino cóndor herido que lucha por seguir en la cima
y abarcar la espesura de los Andes.
Este poema leve que no acaba,
como tú no terminas, como no te detienen
ni las balas ni el tiempo,
ni los años ni nada que de verdad exista,
que el silencio respete y los gritos secunden.
Che, maestro, compañero
de muchos, muchos años.
Poema sin tapujos escrito aquí en el Metro de Madrid
de vuelta del trabajo con un calor que ahoga
(más ahoga tu ausencia, tu asesinato vil,
tu irreparable pérdida).
Poema 101 en números de gloria.
¿Cuántos y cuántos más se escribirán ahora,
a partir de este instante?
Consecuencia,
constancia,
dignidad y paciencia,
y un tanto de arrogancia
para parar infamias,
y esa sonrisa abierta que convoca a los valles,
las punas y los ríos, los mares, las batallas
y a ese hombre que fuiste
y que serás por siempre.
¡Interminable Che!
¡Infinito poema!
¡Poema 101!
Por Pilar Ortega