Como aquella serie, de la que medio país se enganchaba hace años, en donde veíamos que hasta los más perversos podían llegar a tener un corazón dentro del pecho, desde mi humilde opinión como vecino de Villaverde Alto pido que las instituciones envíen más a menudo al servicio de limpieza.

No solo existen zonas en donde la limpieza es más severa. Sí, es cierto: los ciudadanos, aparte de quejarnos, tenemos que ser cívicos y respetar el medio ambiente. Pero también es verdad que si no ponen los recursos los diferentes ayuntamientos y comunidades y empujamos todos hacia el mismo lado, no habrá nada que hacer.

Ahora que hemos pasado unas elecciones maratonianas, es hora de tomarnos en serio el sentido que tiene la salubridad y pensar en nuestros hijos y en nosotros mismos. No se puede permitir que a las once de una mañana cualquiera, plazas y calles de nuestro distrito estén con este aspecto.

Gracias a Distrito Villaverde por hacerse eco de mi humilde petición.

Alberto Vega

Después de una vida laboral llena de dificultades, todos, mujeres y hombres, tenemos derecho a una pensión que nos permita vivir dignamente, una sanidad pública sin recortes ni copagos, una Ley de Dependencia bien aplicada y unas residencias públicas de mayores donde seamos bien atendidos.

¿Pero cuál es la realidad? Desde los poderes políticos y económicos se nos ataca, se nos trata como una carga, un colectivo que hay que mantener y que cada vez es más numeroso, que no producimos y no le dan importancia a lo que hemos producido durante toda nuestra vida laboral.

Por eso no paran de decirnos que el sistema público de pensiones es insostenible. Por eso están recortando y congelando nuestras pensiones. Por eso promueven que los trabajadores contraten planes privados de pensiones para que en el futuro se complementen con la mierda de pensión pública que les quede. Por eso no aplican la Ley de Dependencia. Por eso nos aplican recortes y copagos en la sanidad. Por eso no se construyen residencias públicas de mayores. Por eso están tratando indignamente a muchas personas en residencias públicas y privadas y no pasa nada.

Esta situación nos afecta a todos los pensionistas actuales y futuros, a todos los jóvenes, mujeres y hombres, que con la precariedad laboral que van a tener no van a poder cotizar los años necesarios para tener derecho a una pensión de jubilación digna, ni van a poder pagarse un plan privado de pensiones.

¡Si esta situación nos afecta a todos! Hayamos votado a la izquierda o a la derecha, o no hayamos votado a nadie. Por eso la única garantía para defender nuestros derechos es organizarnos y luchar como colectivo en defensa del sistema público de pensiones.

El partido que gobierne, los partidos que le apoyen, los partidos de la oposición y todos los agentes sociales y económicos tienen que sentir nuestra presión para que no sigan recortando nuestros derechos. ¡Gobierne quien gobierne, las pensiones se defienden!

Juan Presa

La sociedad se encuentra reflejada de puntos de admiración y suspensivos en los barrios alejados de la gran ciudad. No es por la contaminación, sino por respirar plácidamente, y a cambio se acumulan signos desfavorables por estar siempre en tensión.

No hay mayor comprobación, de tener en el propio hogar, rodeado de una inmensa nube que hace que se extienda, y los problemas a solucionar se convierten en el pan nuestro de cada día. Con solo salir a la calle para las labores a desempeñar con la movilidad reducida, me encuentro inmerso en un nivel de preocupación por la demanda del bienestar social.

La seguridad ciudadana es de mayor relieve de estar en el punto de mira. Hay mayor interés cuando se usa el transporte público y se tropieza con alguien o en alguna avenida con algún afectado de ser agredido para cometer el robo. Es el caso de un pensionista de 92 años al que habían sustraído lo poco de valor que llevaba encima. Mi llamada de atención es por asistir a una charla de la Policía sobre consejos de seguridad para personas mayores, participando en la convocatoria por considerarme una persona madura y sensata.

Los agentes, con todos los detalles de la delincuencia, nos abrían los ojos: siempre desconfiando cuando algún extraño llama a nuestro domicilio con las mejores pretensiones de dar euros por céntimos; evitar las aglomeraciones en cualquier lugar estable y no ponerlo fácil a los ladrones en las fechas concurridas; no acudir solo a las entidades bancarias, siempre acompañado, porque el que comete el latrocinio se fija en las limitaciones y son presas de mejor captura; en cualquier entrada de metro de mínimos viajeros, ser atacado por el método “mataleón”, en el que se oprime la respiración, se pierde el conocimiento y el ladrón sale a sus anchas con el botín recaudado. Para conocer mejor el contenido, nos mostraban los agentes vídeos grabados para mayor alerta de la forma de actuar en los actos delictivos.

Y nos siguen preocupando mucho más: el empleo para cualquier edad hábil de trabajar; la vivienda acompañada de desahucios y ocupaciones ilegales; la sanidad por las listas de espera: la educación para nuestros hijos; la droga, el alcohol y los juegos de azar con rostros desfigurados; la corrupción de los que ejercen el mando; el abandono, el trato y las residencias a nuestros mayores; la pobreza, marginación y exclusión social (8,5 millones de personas excluidas en España, 1,2 millones más que hace una década)… Son tantas preocupaciones que todas llevan a la misma dirección de la desesperación. Nadie está a salvo de los acontecimientos que nos hacen ser unos desafortunados.

Dichosos los que tienen planificadas las vacaciones por salir de la monotonía y cambiar de aires, no importa el precio a más de los combustibles y, por el lado negativo, la resignación de conformidad por el lugar señalado por quedar en nuestros barrios. Me quedo con lo bueno por no pasar por el robo, engaño y traición, por ser considerado como un privilegiado.

Feliz descanso, y hasta pronto a todos los lectores del periódico Distrito Villaverde, que mensualmente la información es detallada para dejar a gran distancia la preocupación.

G.T.S.