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Querido barrio, mi corazón sigue latiendo a tu lado. Durante estos 25 años hemos aprendido juntos. Mis aulas, pasillos y patios se han llenado de vida con tantas generaciones de niños y niñas que han ido formando nuestro pasado y también nuestro presente.
Querido barrio, seguimos educando con corazón, con ímpetu y profesionalidad para formar personas que sepan afrontar los retos de tu riqueza y pluralidad. Estamos comprometidos contigo en esta noble tarea que debe ser conjunta si queremos recoger los frutos programados.
Somos un servicio público, un CEIP El Espinillo que camina contigo y que quiere celebrar su 25 cumpleaños el próximo 31 de mayo a partir de las 17:00, día en el que mis puertas estarán abiertas como lugar de encuentro para todos aquellos que forman y han formado parte de esta gran aventura.
Gracias a todos por formar parte de mi vida. ¡Os espero con ilusión y mis puertas abiertas en el patio!

Mapa de los comercios colaboradores en el «Butarque Fest». Hasta el 22 de mayo puedes votar por tus artistas preferidos y los ganadores actuarán en las fiestas de Butarque 2024 https://pr.easypromosapp.com/gallery/975808/34838/
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🏓¡VEN A PASAR UN RATO DIVERTIDO!
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TALLER DE ARTETERAPIA. LA MÁSCARA Y LA SOMBRA.
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CAMINATA POR LA CASA DE CAMPO
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Sabido es que el deporte, además de una sana actividad, ha sido históricamente un dinamizador social de primer orden. Y cualquiera que conozca un poco Villaverde podrá acreditar el papel que ha jugado históricamente el deporte base en sus barrios, especialmente el fútbol por haber sido el más extendido con diferencia de los mayoritarios. Pues bien, la historia que hoy les traigo aquí tiene todo eso: deporte base, fútbol, barrios y asociacionismo. Puro Villaverde.
Nuestro protagonista es Felipe Rodríguez Lucas, natural de Yunclillos (Toledo) y desde muy pronta edad amante apasionado del balompié, en el que pronto destacó: “De muy pequeño ya me iba a jugar con los mayores a otros pueblos. Me llamaban ‘El Lenteja’, porque me metía por todas partes y les aburría”, confiesa. Felipe viene a Madrid en 1960, con 20 años, para hacer el servicio militar, y decide quedarse. El fútbol sigue siendo su pasión: no ha terminado todavía la mili y ya ha fichado por el Orcasitas, aunque lo deja pronto. Se asienta en Leganés, donde se echa novia, Rosario Camiño del Castillo, y se casan el 12 de septiembre de 1964. Charlando con la pareja en unos bancos del Parque Plata y Castañar, Rosario me cuenta riendo que tanta era la afición de Felipe por el deporte rey que pasaron la luna de miel en un campo de fútbol: “el día después de casarnos jugaban el Español y el Atlético de Madrid en el Metropolitano viejo, y allí fuimos a verlo. Ésa es la luna de miel que tuve”. A ella también le gusta el fútbol, claro.
El matrimonio vivió ocho años en Leganés, y luego vinieron a Villaverde. Tuvieron cuatro hijos: Felipe, David, Rosario y María Luisa. Los niños, obvio, empezaron pronto a jugar al fútbol; y las niñas, que también se aficionaron, no se perdían un partido de sus hermanos (el fútbol femenino, al menos en España, aún era una “rareza”). Felipe trabaja en Ruedarsa, empresa de piezas y accesorios para vehículos automóviles, y en la fábrica organizan algún partidillo que otro.

Mientras, nuestro protagonista ha entrado en contacto con el deporte del barrio, y es jefe de campo en el Villaverde San Andrés, “encargado de cuidarlo, marcarlo, rellenar de tierra los charcos que se pudieran hacer…”, todo lo necesario para que el terreno de juego se mantenga en condiciones óptimas para los partidos. Su hijo mayor está en la escuela del club, y Felipe, como el resto de padres, va a verle jugar todos los partidos. “A esto que el entrenador que los llevaba —recuerda—, que entrenaba también a los juveniles, trabajaba en Telefónica y se lo llevaron para Extremadura, así que me propusieron hacerme cargo de los chavales, y lo hice. Termina el campeonato, quedamos los segundos, hicieron una selección para dar un homenaje al ganador, que era el Montijo, de Carabanchel, y me nombraron seleccionador”. Entonces disputan el partido, al que sigue una fiesta con entrega de medallas, pero ocurren algunas cosas durante la misma que no gustan a los padres, “detalles feos” por parte de la directiva. “Nos vamos al bar a tomar unas cañas y empezamos a comentarlo, y el del bar nos dice: ‘¿Y por qué no hacéis un equipo de fútbol aquí?’”, recuerda Felipe. Les parece buena idea, y él y otro compañero, Paco, se encargan de la parte técnica. Hablan con el resto de padres y buena parte de ellos están conformes: “los mejorcitos que había se vinieron con nosotros”, sonríe.
Fundación
Así se funda el Racing Talco, en junio de 1981, aunque no queda totalmente constituido hasta el 26 de septiembre. Leemos en la prensa de la época: “Como su nombre indica, se fundó en la calle Talco 8. Está formado por una plantilla de 19 jugadores, cuyas edades oscilan entre 10 y 12 años. Los destinos del club están regidos por un presidente, un secretario, un tesorero y dos entrenadores [Felipe y su compañero], que cuentan con la absoluta confianza de sus socios y simpatizantes. […] Su ilusión y su meta es formar y enseñar a estos niños el noble arte de competir y que en un futuro no muy lejano sean auténticos caballeros del deporte, por encima de resultados. Las dificultades del club son muchas, pero su entusiasmo es todavía mayor para vencer las mismas”.

Y sí que las hay, dificultades, digo. Lo primero, un campo en el que jugar. En el parque me explica Felipe cómo lo consiguieron: “Estaban haciendo la pista esa; por aquí pasaba una vía y estaban quitando todo el terraplén. Tenían una niveladora, y fuimos a hablar con el encargado para preguntarle si nos podían allanar aquí un poco el terreno para jugar al fútbol. Un sábado por la mañana, el hombre vino con la niveladora y nos lo allanó. Hicimos unas porterías portátiles, que las poníamos y luego las quitábamos y las guardábamos”. También la cuestión económica, pues a los chavales no se les cobraba nada, así que había que tirar de ingenio: “Jugábamos los partidos y, para sacar dinero, este chaval, que sabía cosas de ferralla, hizo una parrilla grande. Entonces nosotros hacíamos ahí bocadillos de panceta, de chorizo… y los vendíamos. Y rifábamos que si dos docenas de pasteles, o tartas, o whisky…”. Rosario asiente, y añade: “Yo hacía hasta caldo de cocido cuando hacía frío para venderlo”. “Ese dinero lo gastábamos en ellos —continúa Felipe—, porque terminaba el partido y nos los llevábamos al bar a tomarse sus refrescos, si salíamos fuera les pagábamos el viaje, al final del año hacíamos una cena… Y los chavales tan contentos”.
La implicación de Rosario no era menor: “Habré lavado tierra y fregado botas de fútbol lo que no está escrito. He lavado equipaciones enteras en mi casa… Y ahora hay césped artificial en los campos, pero antes era barro puro; y cómo venían… Ese barro lo he quitado yo”. Y es que la gran familia del equipo era una piña, como evoca Felipe: “Los padres estaban encantados, y colaboraban todos a una. Había un ambiente excelente: jugaban los partidos y luego pasábamos la tarde juntos los matrimonios con los críos”. Y los resultados acompañan: “Esta remesa de chavales la tuvimos hasta juveniles, y lo ganábamos todo… Decían: ‘Esta jornada viene el Racing Talco… Pues lo tenemos claro’. ¿Recuerdas lo de los 12 goles de España-Malta? Pues nosotros necesitábamos 14 para los 100, y se los metimos un equipo. El 9, que era cojonudo, metió esa temporada no sé si 50 o 60 goles”.
Felipe era un entrenador exigente, y como suele ocurrir, muy querido por ello por “sus chicos”. “Cuando estábamos en el campo y me ponía a correr con ellos, los cansaba. Decían que no podían más y yo les contestaba: ‘¿Cómo no vas a poder? Tengo yo 40 años y puedo’. Yo les chillaba mucho”. Interviene su mujer riendo: “Pero les gustaba: el día que no les chillaba no funcionaban”. “Sí, de hecho hubo quien me lo dijo y yo le animé a que les preguntase a los chavales. Lo hizo y le respondieron que les gustaba que les chillase porque les animaba, así que cuando vino y me dijo que tenía razón, yo le contesté: ‘si es que los conozco como si los hubiese parido’”, evoca él satisfecho.
Un campo mejor
Mientras, habían conseguido un campo mejor: “Cuando ya hicieron todo el parque hablamos con el Ayuntamiento y empezaron a hacernos el campo, que estaba donde ahora juegan al chito. Me pidieron las medidas, y les dije que 105 de largo y 63 de ancho. Empezaron a traer tierras de por ahí, pero les dije que esa tierra no servía, porque con lluvia se iba a convertir en un barrizal. Les indiqué que las cogieran de ahí —señala—, que es arenosa, así que la echaron y luego no se hacía ni un charco. Nos hicimos nosotros cargo del campo y de todo”.
En el Racing Talco estuvo ocho años, hasta que lo dejó por diferencias con su compañero. “Luego estuve en la Asociación de Vecinos Pueblo Unido —explica—. Un señor que se llamaba Gildo me propuso hacer un equipo para la asociación, así que se lo dije a los chavales, que ya eran cadetes, y se vinieron conmigo. Jugábamos en el mismo campo, y también ganaban siempre. Estuve cuatro años, me cansé también y lo dejé”. Interviene su mujer, riendo: “Sí, yo me lo pasaba muy bien, pero si no deja el fútbol lo dejo yo a él. Es que era fútbol todo el rato, no había otra cosa”. Tiempo después también fue por una temporada segundo entrenador de juveniles del Villaverde San Andrés, hasta que dejó definitivamente la parte activa del deporte para pasar a disfrutarlo como un aficionado más, afición que por supuesto mantiene hasta la fecha.
Y es que una pasión tan grande te suele acompañar toda la vida, como pude comprobar al ver el brillo en los ojos de Felipe, y también en los de su mujer, evocando unos recuerdos tan bonitos, de deporte base, camaradería y barrio, que tan generosamente compartieron conmigo aquella tarde agradabilísima que pasamos charlando en el Parque Plata y Castañar ellos dos, su sobrino y amigo mío Fernando Camacho y un servidor de ustedes. Un abrazo muy fuerte para los tres, y viva el Racing Talco.
Hoy dedicamos un ratito a conocer a Javier Ovejero, camarero ocasional del bar de copas Distrito 21. Es ocasional porque colabora en el pub cuando su cuerpo le pide marcha. Y como desprende mucha alegría, ha sido un placer enorme conocerle… Esto es lo que nos ha contado:
¿Vives en Villaverde o solo trabajas?
Vivo y trabajo desde el año 2005. Soy colaborador de la Asociación Villaverde Música desde hace ya unos años. Mi trabajo principal lo tengo en Getafe desde el año 2007.
Ya que mencionas esa asociación, aprovechemos y cuéntanos un poquito sobre lo que hace. ¿Conoces a algún músico famoso?
Yo en persona no conozco a ninguno, pero la asociación dedica mucho de su tiempo a darle animación al Distrito con música en directo, cerca de los comercios, en las terrazas de los bares con el buen tiempo. La labor fundamental es crear ambiente musical allá dónde nos lo pidan y, además, en las rutas de la tapa aprovechamos para hacer charangas y lo que se nos ocurra relacionado con la música.
¿Te gusta el barrio en general y su gente? Por tu trabajo conocerás a muchas personas asiduas…
El barrio me gusta mucho, llevo muchos años en él y me gusta decir que me ha criado el barrio a mí. Conozco a mucha gente por la colaboración que hago con esta asociación y cuya sede precisamente es este bar de copas, Distrito 21, donde me gusta estar con la gente, charlar, pasar el rato, escuchar música, proponer ideas para la asociación…
¿Qué es lo que más te gusta del barrio?
Me gusta casi todo, por no decir todo, ya que disfruto mucho del ambiente, de la gente, y que está muy bien comunicado.
Si hace mucho que conoces el barrio, ¿qué es lo que más te llama la atención de lo que ha cambiado? ¿Echas algo de menos de lo de antes?
Lo que me más llama mi atención es lo que está creciendo y el transporte público tan bueno que tiene, que eso ayuda mucho a mejorar el barrio y a que la gente quiera vivir en él.
Todos sabemos que el distrito de Villaverde es muy extenso y ocupa varios barrios juntos… ¿Crees que se complementan entre ellos?
Mi opinión es que no; creo que la gente tendría que moverse más por los distintos barrios, conocer el resto del Distrito…
¿Qué crees que le falta al barrio?
Más seguridad: necesitamos aumentar esto sí o sí en el barrio. Aparte de que el pequeño comercio se está muriendo desde hace años y necesita que se potencie.
¿Qué puedes aportar tú para que mejore?
¡Ojalá pudiera aportar algo! No está en mis manos, creo que depende más de los de arriba, de ayudar al pequeño comercio, la hostelería, seguridad…
¿Quieres añadir algo que consideres importante y que no te haya preguntado?
Recalcar e incidir en el tema de la seguridad en el barrio. Espero que esta entrevista la lea alguien que sí pueda hacer algo por la seguridad.
María Lavalle ofrece un concierto en Madrid en apoyo de Incofarmacia, proyecto de Villaverde contra la pobreza farmacéutica
– La prestigiosa cantante argentina actuará el próximo 18 de junio en el Círculo de Bellas Artes, que ya ha puesto las entradas a la venta.
– Estas pueden adquirirse por 25 euros, que irán destinados a reflotar una iniciativa solidaria que puso en marcha la Asociación Vecinal La Incolora de Villaverde Alto durante la pandemia de la Covid-19.
– Incofarmacia sirve para sufragar las medicinas de personas que, a pesar de hallarse en situación de vulnerabilidad (sin papeles, trabajadores pobres…) se ven obligadas a pagar el 40% o incluso el 100% de su precio, ya que la Seguridad Social no les cubre ese gasto.
Aunque parezca mentira, en nuestra sociedad muchas personas vulnerables no tienen cubierto al 100% el coste de los medicamentos que necesitan para vivir con dignidad. Personas como los cada vez más numerosos trabajadores y trabajadoras pobres, que perciben un salario con el que resulta imposible llegar a fin de mes, o como nuestros vecinos y vecinas que carecen de la documentación en regla. O como aquellos y aquellas que cobran alguna pequeña pensión contributiva, prestación o subsidio por desempleo. Todos ellos y ellas deben hacer frente al 40% o incluso a la totalidad del valor de sus medicinas, lo que les obliga a prescindir a veces de ellas, provocando un deterioro de su salud y por ende de su calidad de vida.
En febrero de 2021, en el marco de la ola solidaria que se activó para hacer frente a los estragos de la Covid-19, la Asociación Vecinal La Incolora de Villaverde Alto puso en marcha Incofarmacia, un proyecto destinado a recaudar fondos para ayudar a estas personas, y desde entonces ha sufragado millares de medicamentos. Tras un parón de nueve meses, la entidad reactiva ahora la iniciativa gracias a la sensibilidad y compromiso de una persona muy especial ajena al barrio, la cantautora argentina María Lavalle. La artista, de reconocida fama internacional, ofrecerá un concierto benéfico el próximo 18 de junio a las 20:00 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Todo lo recaudado servirá para reflotar este hermoso proyecto que habla de solidaridad entre vecinos y vecinas. La organización ya ha puesto las entradas a la venta. Con un precio de 25€, pueden adquirirse en el siguiente enlace: https://tickets.circulobellasartes.com/es/1130-conciertos/8333-maria-lavalle-concierto-a-favor-de-incofarmacia/info
Ecos de la solidaridad ante la Covid-19
Recordemos que ya en los primeros días de la pandemia y ante el desconcierto de que nos enfrentábamos a algo completamente nuevo, las asociaciones vecinales dieron un paso al frente y en cuestión de horas se organizaron junto a otros colectivos en los barrios creando redes de apoyo mutuo. Una parte de la población que vive en nuestros barrios trabaja en sectores precarios, en trabajos poco cualificados con rentas muy bajas o en la economía sumergida, lo que no permite tener un colchón de ahorro, y la llegada de la Covid-19 supuso un golpe terrible a su precaria situación. Las redes vecinales se volcaron entonces en preparar y distribuir cestas alimentarias de urgencia para intentar paliar las necesidades más básicas, enfrentándose a las tristemente conocidas “colas del hambre”.
“En esas colas los voluntarios fuimos creando lazos con las personas que venían a recoger las cestas y poco a poco detectamos otras necesidades, como la dificultad para pagar alquileres y recibos de luz y agua. Y en una conversación vimos que había quienes tenían que renunciar a su medicación”, relata Javier Cuenca, presidente la Asociación Vecinal La Incolora y uno de los impulsores de Incofarmacia. “Lo siguiente -continúa- fue hablar con la trabajadora social de nuestro Centro de Salud y buscar la manera de canalizar nuestra ayuda y atención a esas personas. Después contactamos con una farmacia del barrio para que atendiera a quienes derivábamos, obteníamos los fondos a través de donativos. Esto fue relativamente sencillo en los primeros meses, pero el paso del tiempo hizo que nuestros ingresos se fueran debilitando hasta que en julio del año pasado tuvimos que cerrar nuestro proyecto”, recuerda el representante vecinal.
“Sin embargo, el azar ha querido que se cruzara en nuestro camino una maravillosa persona que supo de lo que hacíamos y nos ofreció su talento para volver a poner en marcha este engranaje solidario que hace que las medicinas lleguen a quienes no cuentan con recursos”, concluye el presidente de un colectivo de barrio que jamás imaginó contar con una embajadora de la talla de María Lavalle.
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