La enfermedad inflamatoria intestinal se basa principalmente en un mecanismo inflamatorio crónico sobre el aparato digestivo, es decir persistente durante los años, que se manifiesta por un conjunto de síntomas digestivos de diarrea y estreñimiento asociados junto con dolor abdominal.
Los síntomas son mantenidos a lo largo del tiempo y se alternan períodos de intensificación de diarrea con períodos de remisión; lo cual significa que en determinadas épocas los síntomas se hacen más intensos, y en estos casos estas personas necesitan un tratamiento de rescate, o en algunos casos más graves precisan la hospitalización.
Por tanto, es una enfermedad que repercute frecuentemente en la vida diaria de la persona, más todavía cuando necesita ingresar para tratamiento intensivo.
La mayor parte de los casos se presentan en la juventud, antes de los 30 años, sin embargo otras personas no son diagnosticadas hasta una vez pasados los 50 años.
Parece existir un mayor riesgo en personas con antecedentes familiares de esta enfermedad, y también influyen otros factores externos: es más probable padecer la enfermedad inflamatoria intestinal en países industrializados, así como también perjudican en su aparición las dietas con alto contenido de grasas y alimentos refinados.
El uso de antiinflamatorios no se recomienda porque empeora los síntomas (ibuprofeno, diclofenaco, naproxeno, etc.), y tampoco se aconseja el tabaco.
El diagnóstico se presenta dificultoso en no pocas ocasiones, puesto que esta enfermedad inicialmente se puede confundir con otros procesos de menor importancia y mayor frecuencia que cursan con síntomas muy parecidos (gastritis, meteorismo intestinal, gastroenteritis, intolerancias alimentarias, cólicos biliares, etc.).
Se distinguen clásicamente las dos variantes: la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. Para una mejor aproximación, siempre es útil consultar con su médico cuando los mismos síntomas se repiten en el tiempo continuamente, sobre todo si se alternan con períodos de remisión de síntomas, lo cual puede hacerle sospechar al clínico.
La evolución del transcurso de los síntomas puede facilitar una visión más completa y, si la clínica persiste, valorar en ese caso una evaluación más especializada.
Los síntomas que nos deben alertar son la presencia de sangre en heces o la pérdida rápida de peso, que pueden ser indicativos de alguna complicación o bien de otros procesos subyacentes.
En otras situaciones puede haber deshidratación (por pérdidas de líquidos) cuando las diarreas son muy abundantes, o cuadros oclusivos cuando se alterna con periodos de estreñimiento muy sintomáticos.
El tratamiento va dirigido a disminuir el componente inflamatorio de la enfermedad, y se personaliza en función del tipo de paciente con medicación muy potente en caso de enfermedad resistente, siendo la cirugía una opción alternativa en los casos muy graves.
Dr. Ángel Luis Laguna Carrero – Especialidad Medicina Familiar y Comunitaria, Máster Medicina de Urgencias y Emergencias, Experto Universitario en Nutrición y Dietética