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Juan Antonio Cózar cumple 50 años como presidente del Villaverde-Boetticher

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No hay ningún presidente en Europa que lleve tanto tiempo como él. Recibe la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo de AEDEEC, y será homenajeado por la Federación Madrileña

Alberto Piñero | @pineroalberto

Una tarde cualquiera de otoño en la Ciudad Deportiva Boetticher. Es apenas la hora del café, pero ya hay algunos chicos merodeando por los campos. Nada más entrar nos encontramos con Juan Antonio Cózar, el presidente. Todos allí saben quién es. Y lo más relevante, él sabe quiénes son todos los que allí están. Los niños le saludan, y algunas madres y padres se acercan a preguntarle, bien por sus hijos, o bien por los diferentes equipos. “Es mi vida”, dice espontáneamente, refiriéndose al club verdiblanco.

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Y así ha sido durante los últimos 50 años. Nadie en toda Europa lleva tanto tiempo presidiendo un mismo club de fútbol. Un auténtico hito. Y por ello mismo le van a hacer un reconocimiento desde la Federación Madrileña próximamente. En 1968, cuando la SR Villaverde empezaba a andar, nada era como ahora. Ni el poder establecido, ni el Distrito, ni el deporte en los barrios. Entonces el equipo era “un grupo de amigos”, y ahora es todo un icono del fútbol en Villaverde. Con diferentes denominaciones o sedes, pero siempre con Juan Antonio Cózar como presidente.

“Queríamos recuperar el Villaverde, que era un equipo del barrio que había desaparecido. Empezamos a jugar en 1968 en el Campeonato de Educación y Descanso en el prado de Marconi, cuando aquello era un prado aún”, rememora. En 1970 se federan y se mudan a San Cristóbal. Y en 1972 compran unos terrenos en Plata y Castañar para hacer un campo de fútbol. “Para llevar el agua y la luz hasta allí fue una odisea, porque desde Puente Alcocer hasta allí no había absolutamente nada”, explica. En ese mismo año fundan la Escuela de Fútbol Villaverde, para contar también con categorías inferiores. No fue hasta 1988 que se mudan a los campos que ocupan hoy en día. Se van a fusionar con el equipo de la fábrica de Boetticher-Navarro, en su momento campeón en España, pero en horas muy bajas entonces. Nace la SR Villaverde-Boetticher.

“Lo primero que tuve que hacer entonces fue poner dos millones de pesetas para construir unos servicios, porque entonces se utilizaban los del bar La Peña de Francia”, dice. Aquellas instalaciones habían llegado a contar con piscina, velódromo, campo de fútbol de césped natural, cancha de baloncesto, pista de fútbol-sala, pista de patinaje… Pero la fábrica poco a poco las fue dejando. “Nuestro logro más importante, además de la labor deportiva y social, en este tiempo, son las instalaciones”, explica Juan Antonio Cózar. A día de hoy, 30 años después, la Ciudad Deportiva Villaverde consta de club social, quiosco, dos campos de fútbol-7, parking asfaltado, oficinas y vestuarios recién renovados y, sobre todo, un campo de césped artificial estrenado en 2013, que es la obra por excelencia. Y además, uno de los momentos clave en la historia del club. “Fue un cambio brutal. Si no se llega a hacer hubiéramos desaparecido. Pasamos de tener 150 a 500 chavales”, explica el presidente verdiblanco. Poco después, la SR Villaverde-Boetticher logra además el ascenso a Tercera División 30 años después de la anterior vez. Miel sobre hojuelas.

El fútbol modesto no es fácil. Todo lo contrario. Y para intentar asegurar ese futuro, han dado un nuevo paso adelante: crear una sociedad limitada llamada SAD Villaverde-San Andrés. “Queremos dotar al Distrito de pistas de pádel y un gimnasio. Tener un equipo en Tercera o en Segunda B…”, explica con la ilusión de un adolescente. Y para ello el sustento económico es imprescindible en el fútbol modesto. Donde hay cada vez menos afición, menos ingresos, nulas ayudas institucionales, pero muchísimas exigencias normativas para ajustar las instalaciones a unos estrictos reglamentos. “El presupuesto anual es de 120.000 euros, principalmente de las fichas de la escuela. Y en seis años tuvimos que gastar 600.000 euros”, explica Juan Antonio Cózar mientras las luces del campo se encienden al caer la tarde. No pueden encender todas las luces, por cierto. Supone un gasto mensual excesivo.

¿Nunca ha pensado en dejarlo todo? “Sí. En 2013, cuando murió mi hijo, que trabajaba en el club conmigo. Lo pasé muy mal. Pero estábamos a punto de comenzar las obras del campo de césped, y mi mujer me convenció de que tenía que seguir porque mi hijo siempre había confiado en que sería capaz de lograrlo”, rememora. Lo hizo. Siguió adelante. Y hoy puede estar orgulloso de seguir fomentando el deporte en Villaverde.

“Queremos formar buena gente”, analiza Juan Antonio Cózar. Por su club ha visto pasar hasta tres generaciones de jugadores de una misma familia en 50 años: abuelos, padres e hijos. Y ésa seguramente sea precisamente el tipo de gasolina necesaria para haber estado tanto tiempo. Por ahí pasó Raúl González con 11-13 años, por ejemplo. Aunque cuando realmente se le ilumina la cara no es recordando a los grandes profesionales forjados allí. “Cuando yo federé el club en el año 70, en mi equipo había dos o tres chavales de la UVA. Recuerdo a Paquito, Ruiz, el Moro, Emilio, Álvarez… les veía jugar en un campo perdido, y me fui con el entrenador: Pepe Hidalgo. Les convencí de que vinieran conmigo. Emilio, cabo de la Guardia Civil, me decía que había fichado a ‘lo peor de toda la zona’. Pero eran muy buenos. Y me hice con ellos. Estuvieron hasta el 76-78. Al final tenían hasta las llaves de mi negocio… El cabo Emilio alucinaba”, recuerda entre risas, y sin dudar ni medio segundo en los nombres y apellidos de quienes se cruzaron en su vida medio siglo atrás.

Con cada historia que cuenta, las preguntas van clarificándose por sí solas. No hay duda. Por cuestiones así es por las que ha vivido 50 años con el Villaverde-Boetticher. Por eso es por lo que le reconocerán desde la Federación Madrileña. Y es más, porque incluso desde la Asociación Europea de Economía y Competitividad le han entregado también la Medalla Europea de Oro al Mérito en el Trabajo recientemente por “fomentar y financiar el deporte” en el Distrito. La enseña con orgullo junto a todos los trofeos conquistados por el club verdiblanco en su historia. Momento en el que, desde la ventana, se da cuenta de que tiene ya el campo plagado de niños entrenando. Es momento de acabar, porque es el momento del fútbol. Un día más, no lo perdona. Aunque nadie en Europa lleve tantos como él.

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