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Francisco de Quevedo, Garcilaso de la Vega y el recuerdo melancólico del ser amado

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por FERNANDO JOSÉ BARÓ.

Aquí, desde el pequeño jardín de parvos cipreses y plantas suculentas, lindando con el Colegio Francisco de Quevedo, escritor español del Siglo de Oro, caballero de la Orden de Santiago y señor de Torre de Juan Abad, excelente espadachín, nacido en Madrid en 1580 y fallecido en 1645 en Villanueva de los Infantes, provincia de Ciudad Real, autor de los bellos y excelentes versos Amor constante más allá de la muerte, te sueño. Sueño contigo despierto.    

Quevedo
Francisco de Quevedo y Villegas, en retrato atribuido a Juan Van der Hamen. INSTITUTO VALENCIA DE DON JUAN

“Serán ceniza mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado”, nos dice sabiamente el poeta madrileño. El amor vence a la muerte.

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Vengo cada tarde, tras la lucha diaria, después del duro bregar para reflexionar, tranquilizar mi alma y recordarte. Para soñar contigo.

Con tus bellos y expresivos ojos, con tus labios que tantas veces besé, con tus manos de femeninos, delgados y largos dedos de uñas pintadas, con tus sublimes piernas, con tus perfectos muslos, con tus pechos, con tu añorada voz y tus palabras, tus frases de cariño y de amor para mí.

 

 

Siempre pensé que a ti te bastaba con estar entre mis brazos para ser feliz.

Nos queríamos, nos amábamos sin medida, nos necesitábamos con pasión. Yo sigo sintiendo lo mismo a pesar de todo lo que estamos sufriendo al estar separados.

Me relaja ver las plantas de este pequeño jardín y recibo tu bello e inmortal recuerdo. Tus ojos, tus manos, tus cabellos, tu voz, tu olor…

Tú para mí lo fuiste todo y lo sigues siendo todo.

 

 

Cómo no recordar tanto amor compartido. Verdadero amor, aunque el entorno diga lo contrario, ignora nuestra autentica relación. “Vida solo hay una”, me decías sabiamente. Yo te preguntaba “Qué corre por nuestras venas” para que respondieras: “La vida”. Esas venas marcadas en mis manos y en tus divinas y añoradas manos que tanto extraño.

Tú sabes que lo nuestro fue real, sincero, mágico y sublime. Eres mi gran amor, el gran amor de mi vida. Tú decías que yo era el gran amor de tu vida…

Garcilaso de la Vega
Estatua dedicada a Garcilaso de la Vega en Toledo. DADEROT

“Yo no nací sino para quereros”, versos de Garcilaso de la Vega, soneto con el que me siento identificado cuando pienso en ti. Garcilaso fue poeta y militar español del Siglo de Oro. Perteneciente a una noble familia castellana, nació en Toledo, no se sabe con certeza el año, y murió en 1536 en Niza (Francia) a causa de las heridas producidas en un combate.

 

 

“Por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir y por vos muero”. “Mi alma os ha cortado a su medida” y sin tu amor no tengo vida, como dicen los versos del excelso poeta toledano. El castillo de Batres, en madrileñas tierras, perteneció a su familia y aún se conserva la fuente de Garcilaso donde escribió algunos de sus poemas. Lo he visitado en varias ocasiones y quise que lo vieras conmigo.

Cómo no rememorar tanto vivido a tu lado, como aquella tarde en la que en un olivar madrileño fuimos inmensamente felices cuando el sol doraba los minúsculos y claros vellos de tus nalgas, mientras me proporcionabas placer extremo.

Va cayendo la tarde, va oscureciendo el día en la terraza de este bar de barrio donde la gente ríe y conversa sin saber de mi dolor, de nuestro dolor. Tú, no muy lejos de aquí, tal vez estés en el parque, en el Bronx, como tú ingeniosamente lo llamas, tomando alguna lata junto a otro hombre.

 

Quisiera ser viento para acercarme sigiloso a ti y acariciar tu cara, tus labios, tus manos que tanto añoro, tu pelo…

O tal vez ser un gorrión, sabes que siempre me gustaron, para ser libre y volar hacia ti, posarme al lado de tus pies o en el banco donde estás sentada y escuchar tu voz, poder olerte, ver y sentir a la mujer que amo y que amaré siempre.

Le pido a Dios cada noche que me recuerdes, que no te olvides de tanto amor, pasión, lujuria y cariño compartido. Le pido a nuestro padre celestial que vuelvas a necesitar estar conmigo. Volver a vivir contigo, volver a dormir abrazado a ti, velar tu sueño y tenerte a mi lado hasta los últimos días de mi vida.

A ti mi luz, la sangre de mis venas, el aire que respiro, mi vida, mi gran amor. Nunca dejaré de quererte. Siempre estás presente en mí.

Muriendo el año 2022 de nuestro señor Jesucristo.

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