Qué buena es esta Carmena
que ensancha la democracia,
y deja a los madrileños
decidir si Plaza España
tendrá pinos o cipreses,
si bancos o si butacas,
si les cambiamos el sitio
a Quijote y Sancho Panza
o ponemos una efigie
de Mayer criselefanta.
Qué buena es esta Carmena
que deja a las ciudadanas
cambiar el nombre a los parques
con el nombre del monarca,
no sea que algún turista
piense que hay Rey en España.
No obstante, en esto, Manuela,
ha estado algo pacata:
que el callejero castizo
alberga infinitas placas
en recuerdo de mil reyes,
reinas, príncipes, infantas
y al pueblo, si está aburrido,
quizá le pete cambiarlas.
Primero, las de Borbones,
y después las de los Austrias,
y así, tirando del hilo,
borrar de cada fachada,
jardín, plaza o edificio
a aquella lista de sátrapas
que fueron los visigodos,
desde Rodrigo hasta Walia.
Manuela tiene pensado
hacer de Madrid una Arcadia,
una ciudad de la gente,
tan ideal y democrática
que en ella pueda votarse
si quitar la Mariblanca
y colocar allí a Rita
subidita en la peana,
o si sustituir al oso
del madroño por Zapata.
Un Madrid participado
donde todo se debata
y todos los madrileños
decidan a mano alzada,
y los ediles no tengan
que soportar esa carga
de asumir las decisiones
por las cuales se les paga;
un Madrid con mil consultas
y urnas en cada plaza,
no ya para el carril bici
ni para cambiar estatuas:
para ver si el madrileño
quiere pagar menos tasas,
el IBI, el “numerito”,
la plusvalía –esa estafa–
y hasta el tique de la ORA,
que tantos desmanes causa.
Pregunta eso, Manuela.
y déjate de nonadas.
Oshidori