Había una vez un carpintero que parecía tener su vida resuelta. Sin embargo, comenzó a tener menos pedidos, por lo que empezaron a haber problemas económicos en la casa.
Un día, a punto de tirar la toalla, decidió ir al bosque a ver a un viejo sabio. Había caminado una media hora cuando se encontró con el anciano. Éste notó la preocupación en su semblante y le preguntó qué le pasaba. El carpintero le relató sus desventuras, mientras el anciano le escuchaba atenta y serenamente.
El anciano invitó al carpintero a que fuera a observar un helecho y un bambú que tenía en el exterior. “Hace ocho años tomé unas semillas y planté el helecho y el bambú al mismo tiempo. Quería que ambas plantas crecieran en mi jardín. Poco tiempo después noté que el helecho y el bambú respondían de manera diferente a mis cuidados. El helecho comenzó a brotar y en apenas unos meses se convirtió en una majestuosa planta que lo adornaba todo con su presencia. El bambú, en cambio, se negaba a manifestarse”.
“Cuando pasaron cinco años, por fin vi que un día salía de la tierra una tímida ramita. En pocos meses creció sin parar y se convirtió en un portentoso bambú de más de diez metros ¿Sabes por qué tardó tanto tiempo en salir a la luz? Tardó cinco años porque durante todo ese tiempo la planta trabajaba en echar raíces”. El carpintero, entonces, comprendió que todas sus luchas estaban destinadas a echar raíces. Y que el hecho de no ver los frutos de su trabajo en ese momento no significaba que estuviera perdiendo el tiempo, sino que se estaba haciendo más fuerte.
BEATRIZ TROYANO DÍAZ
Directora de Remodelatuvida
Socióloga Coach Personal y Profesional
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