Carmen y Conchi, pescadera y pollera, titulares ambas de sus negocios en la galería comercial Luyego
Un lluvioso viernes de octubre hemos visitado la galería comercial Luyego, en el número 5 de la calle de Arechavaleta, invitados por nuestro amigo Raúl Martínez, a quien entrevistábamos hace un par de números, que allí trabaja y quería presentarnos a dos mujeres excepcionales y luchadoras, Carmen y Conchi, con las que charlamos sentados en la terraza de la cafetería del centro, bajo una gran sombrilla que no nos cubre del astro rey, pues ni está ni se le espera, pero evita que nos pongamos hechos una sopa, que no es poca cosa, pardiez.
Carmen es pescadera y Conchi es pollera, ambas en esta galería comercial, y ambas son titulares de sus negocios. Esto quiere decir que no solo están detrás del mostrador, sino que toman parte en todo el proceso, algo no tan habitual como pudiera pensarse. Carmen nos cuenta que se tiró “nueve años a pico y pala sola con el negocio” hasta que consiguió traerse a su marido, que era su objetivo. Conchi era empleada en una pollería, y su marido en otra distinta, hasta que al final abrieron juntos la suya propia. Así que, como explica Carmen, ambas “trabajamos 24 horas al día y 7 días a la semana con el enemigo, y luego llegamos a casa, tenemos hijos, tareas domésticas… Pero yo creo que en nuestras relaciones llevamos muy bien la separación laboral/familiar, y bueno, aquí estamos, lo que demuestra que todo se puede hacer”.
¿Cómo fueron vuestros inicios en esta profesión?
Conchi: Como no quería estudiar, tenía que trabajar, y por mediación de un hermano me vine aquí. Entré en la pollería sin saber nada, con 16 años, y poco a poco fui aprendiendo el negocio. Me gusta bastante; ya no aguanto tanto como aguantaba antes, pero bueno, disfruto hablando con mis clientas y con el público.
Carmen: yo llevo desde los 13 años detrás de un mostrador, porque tampoco quise estudiar. Mi primera gran profesión fue la pollería, en la que estuve ocho años, y luego me metí en el mundo del pescado, muy diferente, que me gustó más. Hace unos 12 años me hice autónoma, lo que ya es una vida más dura, porque a las cuatro de la mañana ya he bajado sola a Mercamadrid, compro, cargo, monto mi tienda, y luego estoy en ella todo el día… Y me gusta. Es cierto que cuesta madrugar, a nadie le gusta, pero yo luego disfruto comprando mi pescado, discutiendo los precios…
Comentabas que es un entorno muy masculino… ¿Qué tal?
Ca.: Bueno, yo entré con algo de miedo, porque era un mundo nuevo en el que buscarme la vida, sola… Un mundo que está lleno de hombres, pero lleno. Y Mercamadrid es grande, tú eres una perita en dulce que baja ahí, y te tienes que hacer respetar. Y marcando tus pautas y tus límites, te respetan.
¿Y en tu experiencia, Conchi?
Co.: No, en nuestro gremio pocas veces vamos a los almacenes: yo pido las cosas por teléfono y me las traen. En realidad mi compañera es la que más está luchando en ese sentido al tener que ir a Mercamadrid… Yo pro
blemas con los hombres no he tenido: al revés, aquí en el mercado me han tratado bien.
¿Cómo es trabajar en una galería comercial de cara al público?
Ca.: A ver, cuando empiezas te callas todo y a veces las clientas llegan a “pisarte”, porque eres nueva y no sabes… Pero la experiencia es la que te hace saber manejarte. Yo, por ejemplo, utilizo mucho la ironía… Y es como todo: hay días que tienes más paciencia y otros menos, porque también tienes días malos, pero bueno, en general gusta…
Co.: Claro, al principio era difícil, porque cuando empiezas eres una niña, y hay gente que va a por ti, pero poco a poco vas aprendiendo, y aunque muchas veces te hagas un poco la tonta, no lo eres: a la larga, con buenas palabras, les dices ciertas cosas a estas personas… De todas formas, yo pienso que antes había más gente así que en la actualidad. Ahora tenemos una clientela que son más bien amigas: yo con ellas me llevo muy bien, hablamos de sus problemas, de los míos… De hecho parece que muchas veces viene la gente porque le gusta hablar contigo, porque les escuchas. Y a no pocas mujeres es aquí donde las escuchamos, ya que en sus casas no encuentran eso.
Con los clientes, ¿os habéis encontrado con diferencia de trato por ser mujeres?
Co.: Pero yo creo que eso era antes… Yo ahora no lo noto así, eso ha cambiado muchísimo… Tengo muchos clientes con los que me llevo estupendamente, y hay muchos clientes hombres que prefieren que les despache yo, igual que hay mujeres que prefieren que les despache mi marido. Aparte está ocurriendo una cosa: claro, yo he visto a muchos niños nacer, y ahora estos niños ya son padres, se han quedado por aquí a vivir y vienen a comprar aquí porque aquí venían sus padres. Entonces, si por ejemplo con la madre he tenido yo más trato que mi marido, el chico o la chica va a venir a mí, y cuando se refiere a mi negocio dice “voy donde Conchi”. Son nuevos clientes, pero son niños a los que les he estado dando yo un chupa-chups cuando han venido en el cochecito, y ahora se lo doy a sus hijos.
¿Cómo es la nueva generación? Según contáis ha mejorado el trato…
Co.: Mucho… A veces hay alguna excepción, pero vamos, no tiene nada que ver… Yo creo también que la gente joven se deja guiar más por nosotros, vienen y nos piden opiniones: “¿Le puedo dar esto al niño?”, “¿Qué me aconsejas tú?” o “¿cómo puedo hacer esto?”… Y a mí me gusta mucho transmitirles mis experiencias.
Ca.: Yo creo que estamos iniciando a los jóvenes al mercado de barrio, porque es verdad que los fines de semana tenemos mucha juventud, lo que es muy bueno, y es por lo que decía mi compañera: en un centro comercial te despachan un pescado y ya está, y en mi casa se van con pescado variado, uno de ellos nuevo, y además con una receta. Y claro, no hay color…
¿Creéis que esta llegada de nueva clientela tiene que ver con la situación actual de pandemia?
Ca.: Probablemente influya, pero aparte yo diría que se va valorando más la calidad y el precio. No es lo mismo ir a un centro grande y que te den cualquier cosa que venir a una tienda de barrio con la confianza en lo que tú le vas a dar.
Co.: Por ejemplo, se acerca una época, Navidades, en la que la gente que compra en grandes almacenes viene ahora aquí a por algo especial, específico, pues saben que se lo vamos a dar en buenas condiciones y que no les vamos a fallar. En cuanto a la pandemia, ha ocurrido también que las grandes superficies han quitado los repartos de las casas, han dejado a la gente sola, y nosotros no. Nosotros al revés: hemos estado ahí llevando los pedidos, gente que llevaba años sin venir nos ha llamado y yo he ido a sus casas a llevarles los pedidos porque era cuando más lo necesitaban.
¿Cómo veis el futuro inmediato?
Co.: La pena ahora mismo yo creo que son los comercios que están en las calles, que están cerrando muchísimos, pues no tenemos suficiente apoyo. Aquí en la galería somos varios puestos y nos apoyamos unos a otros, procuramos ayudarnos, y eso es lo que no tiene el comercio de la calle. Y es una pena, porque ahora sales a pasear, ves todas las tiendas cerradas, y con el problema que hay ahora no creo que sea tan fácil abrirlas.
¿Queréis hacer algún tipo de reivindicación?
Co.: Hombre, yo creo que tendríamos que estar más apoyados, porque en realidad nosotros somos los que estamos dando muchos puestos de trabajo, con unos sueldos más dignos que los que están dando las grandes superficies.
Ca.: Sí, se necesitan más ayudas para poder fortalecernos más.
Co.: A los autónomos nos tienen medio abandonados, por no decir abandonados del todo…
¿Algún mensaje para los vecinos?
Ca.: Estamos muy agradecidos al barrio, porque somos una de las pocas galerías que se mantienen en pie con tantos puestos abiertos, que yo he estado en muchos sitios y sé que esto es un privilegio, pero quiero pedirles a los vecinos que no nos olviden, que estamos para lo bueno y para lo malo y que sin su ayuda nosotros no podemos sobrevivir.
Co.: Pues yo también algo parecido: agradecer a la gente del barrio que se están acordando de nosotros y pedirles que no nos olviden, que nos apoyen como nosotros podemos apoyarles a ellos.
ROBERTO BLANCO TOMÁS