Un personaje público denostó hace unos años un producto que ahora está anunciando por televisión. Es normal cambiar de opinión, pero es un poco sospechoso que sea con dinero de por medio. ¿Todos tenemos un precio? Les aseguro que si me ofreciesen anunciar una fruta, por ejemplo, o cualquier producto saludable y asequible, lo haría sin pensármelo y gratis.
Luego están los que exponen y exhiben a sus hijos, menores de edad, en los medios de comunicación públicos. El argumento puede ser el que se inventen, pero el trasfondo es normalmente el mismo: fama, dinero, influencia… No me gusta que usen a los niños; los pequeños tienen que disfrutar de una infancia y adolescencia sin interferencias. Es su derecho.
Uno de los 11 directores de colegio que tuve en mis años docentes me dijo con toda la razón que no se puede justificar lo injustificable, pero que tendemos a ello. Lo decía cuando algún profesor llegaba tarde a la escuela, por ejemplo. Él, ante las excusas, siempre esgrimía el mismo argumento: “Sal antes de tu casa”. Lo curioso es que en uno de los cursos hubo un problema serio con una alumna que sufría maltrato (de esos casos, por desgracia, he tenido varios). Y este director tan coherente me dijo, cuando le sugerí avisar a Servicios Sociales para que intervinieran, que eso no era cometido de la escuela (¡!). Y lo peor fue que me amenazó con jorobarme la vida (bueno, él utilizó una expresión más contundente y soez) si movía el caso para ayudar a esa cría.
Creo que es una gran virtud la coherencia, y creo que está en desuso. Igual que el agradecimiento y la disculpa. No soporto la manipulación, la mentira disfrazada, porque es poner la inteligencia al servicio del mal e ignorar la dignidad y el derecho de las personas. Esto se agrava cuando se trata de personas vulnerables: niños, ancianos, personas sin formación o sin recursos. Para terminar, hace poco presencié un espectáculo bochornoso: una cuidadora de un programa municipal de asistencia iba aleccionando a una anciana de por qué había llegado tarde a asistirla, con unos argumentos tan absurdos y peregrinos que me estaba dando vergüenza ajena. Vino a decir que ella como persona tenía derecho a retrasarse en llegar tarde a su trabajo. En vez de disculparse… Seguro que protestará si tardan en darle una cita médica, por ejemplo. Hoy también les puedo contar una película de miedo, real, presenciada por mí. Un hombre huyendo a toda carrera de un coche que había subido a la acera porque venía la policía. Las preguntas son obvias: ¿sería un coche robado? ¿Estaría en busca y captura? Uno no abandona su coche así como así. Lo único que sé es que si no me aparto a tiempo me arrolla en su desesperada carrera. Y era un armario de tres cuerpos. No sabemos cuándo o dónde vamos a darnos de bruces con la incoherencia; que nos pille prevenidos.