El pequeño comercio local está más amenazado que nunca. Vale con pasear por las calles de cualquier barrio de Villaverde para comprobarlo. El local que antes era una zapatería, una papelería o una carnicería está ahora vacío, o cuelga de su puerta un cartel de “se alquila”. O lo que es peor, se ha convertido en una casa de apuestas. Quién sabe si pronto lo convertirán en vivienda para hacer un Airbnb…
Aunque éste es un fenómeno observable a simple vista, hay muchos datos detrás que lo refrendan. En la Comunidad de Madrid, los locales de venta al por menor pasaron de ser 71.000 en 2008 a 66.000 en 2018. Pero la peor noticia es que la tendencia se aceleró a partir de entonces, ya que se calcula que entre 2019 y 2024 se cerraron 25 comercios al día, o lo que es lo mismo, 750 al mes. Según el INE, los pequeños establecimientos madrileños tocaban su mínimo en 2023 con poco más de 44.000, tras perderse 6.000 desde el año anterior. Esto contrasta, por ejemplo, con los 270.000 metros cuadrados de centros comerciales previstos para apertura en los siguientes dos años.
Son precisamente los centros comerciales y grandes supermercados los responsables de esta tendencia, que no es nueva pero que se está acelerando. El pequeño comerciante tiene muy difícil competir en precios con empresas infinitamente más grandes, que producen o se aprovisionan con costes mucho más bajos. Si nos centramos, por ejemplo, en el sector de la alimentación, hay productos que ven cómo su precio se multiplica por diez desde el que percibe el agricultor. Pensar que los grandes supermercados obtendrán esos bienes al mismo coste que una tienda de barrio es cuanto menos iluso. Pero esto no es lo único. Las grandes superficies aprovechan su capital para abrir más horas, concentrar todos los bienes que necesita un hogar en un gran espacio y, muy importante en estos tiempos, tener más capacidad y logística para la venta online.
Las autoridades tampoco son parte de la solución, más bien al contrario, por más que saquen supuestos programas de ayudas al pequeño comercio y se les llene la boca hablando de ellos. Por ejemplo, la Comunidad de Madrid aprobó una ley en 2012 que eliminaba restricciones a los horarios comerciales de los establecimientos, lo que conlleva que a los “peces pequeños” les sea aún más difícil competir. Pero pese a todos los problemas, el comercio local merece la pena. Por su calidad, porque hace que sus ingresos se queden en la economía local y no en el bolsillo de grandes empresas, y porque es más cercano y sostenible. Sí, merece la pena.
Baja a comprar al mercado de tu barrio.